“La compañía”, de José María Flores, es uno de los cortometrajes de ficción del año como confirman sus más de 110 selecciones y 30 premios en festivales nacionales e internacionales. Este cortometraje, protagonizado por Elisabeth Larena y Alberto Amarilla, se rodó en Cáceres, en Extremadura, con un espectacular plano secuencia.
Una imagen permanece grabada en mi memoria: un coche volcado, cristales esparcidos, humo denso y el silencio sepulcral de la inacción. Esa escena, tan real y vívida, se transformó años después en La Compañía. Este cortometraje nació de mi necesidad de plasmar algo visceral, algo que conectara profundamente con cada espectador. Jamás imaginé que esta historia pudiera llegar tan lejos, cosechando premios y conmoviendo a públicos de todo el mundo.
En apenas siete meses, el cortometraje “La Compañía” ha alcanzado más de 120 selecciones en festivales y 30 galardones tanto nacionales como internacionales, entre los que destaca el prestigioso premio del Festival Internacional de Moscú. Ver cómo esta obra avanza en la carrera por los Goya al Mejor Cortometraje de Ficción y aspira a entrar en la Short List de los Oscar 2025 es algo que aún asimilamos con humildad. Este recorrido nos ha enseñado que, cuando las historias se crean desde el corazón, no hay barreras que no puedan superar.
Un reto técnico y humano sin precedentes
Desde el primer momento, supe que materializar “La Compañía” sería un desafío monumental. La propuesta de rodar un plano secuencia de 12 minutos, con transiciones complejas entre steadicam, grúas, cámara en mano y drones, parecía casi imposible. A esto se sumaba la dificultad de trabajar con fuego, humo, decenas de extras y música en directo. Pero la pasión y la entrega de un equipo de más de 150 profesionales hicieron realidad lo que parecía un sueño arriesgado.
El rodaje tuvo lugar en el corazón de Cáceres, donde cerramos una avenida de cuatro carriles para recrear un accidente de tráfico. Con ventanas de luz de apenas 45 minutos al día, cada miembro del equipo trabajó con una precisión milimétrica y una dedicación absoluta. Tres días intensos bastaron para completar lo que inicialmente habíamos planificado hacer en seis. El resultado es una coreografía visual en la que cada departamento —arte, vestuario, efectos especiales— dejó su huella imborrable en cada fotograma.
El alma de “La Compañía”: emoción en estado puro
En el centro de este proyecto están las emociones. La técnica, por sofisticada que sea, está siempre al servicio de contar historias que conmuevan. Alberto Amarilla y Elisabeth Larena, con sus interpretaciones honestas y conmovedoras, lograron transmitir una profundidad que va más allá de las palabras. Sus personajes dan vida a un relato que explora nuestra fragilidad, nuestros miedos y la humanidad que nos une.
No importa si la película se proyecta en Moscú, Nueva York o Madrid: las reacciones del público son un recordatorio de que las emociones no conocen fronteras. Lágrimas, silencios y reflexiones son la constante, y eso es para mí el mayor logro de esta obra.
Un camino hacia el reconocimiento
La posibilidad de que La Compañía sea reconocida en los Goya no es solo un triunfo personal, sino también un homenaje al esfuerzo colectivo de un equipo que creyó en esta visión desde el primer momento. Una nominación abriría las puertas para que esta historia se proyecte en el escenario más grande del cine mundial, los Oscar. Pero más allá de los premios, lo que realmente importa es que la película siga tocando corazones y dejando su marca.
La Compañía no es simplemente un cortometraje: es una experiencia cinematográfica única que invita a los espectadores a reflexionar y sentir. Mi mayor esperanza es que quienes la vean experimenten la misma emoción que sentí al crearla. Prepárate, porque una vez dentro de La Compañía, no saldrás igual.
El tráiler: