Otro de los cortometrajes documentales del año es “Los cayucos de Kayar”, de Álvaro Hernández Blanco, como demuestran su multitud de selecciones y algunos de sus premios como el Premio al Mejor Cortometraje Documental en el Festival de Cine de Madrid, en el Festival de Cine Español Marseille-Cinehorizontes y en el Festival Octubre en Corto; así como el Premio del Público en FESCIGU. Además, ha estado nominado a los Premios Fugaz y es candidato a la 39ª edición de los Premios Goya.
Os dejamos con nuestra entrevista a Álvaro Hernández, director del cortometraje documental “Los cayucos de Kayar”:
– Para empezar, ¿cuéntanos cómo surge este proyecto?
– Conocí a Thimbo haciendo un casting para otro proyecto, de ficción. Aquel proyecto no salió, pero Thimbo y yo hicimos buenas migas, sobre todo porque estuvimos hablando largo y tendido sobre nuestras experiencias como migrantes. Yo entonces vivía en México y acababa de sacar un libro de crónicas sobre la frontera EEUU-México. Al ver mi interés por la migración y la escritura, Thimbo me pidió que escribiera su historia, la cual me fascinó. Llevábamos bastante avanzado este proyecto de libro cuando le dije a Thimbo que sentía que tenía que conocer Senegal de primera mano para seguir escribiendo; de ahí salió un viaje a Senegal con él, que serviría para documentarme. Pero poco a poco, conforme se acercaba el viaje, fuimos virando hacia la idea de aprovechar y grabar las entrevistas. Poco a poco, el viaje se convirtió en la producción de un documental, y así, de manera muy orgánica y espontánea, es cómo surgió “Los cayucos de Kayar”.
– Thimbo es también productor del cortometraje y guionista, es decir, parece que está muy implicado con este proyecto, ¿no?
– Muy implicado. No solo ejerció de todo eso, también de productor de campo, fixer, intérprete… Thimbo y yo éramos todo el equipo. No llevábamos ni sonidista. De hecho no llevé ni trípode. Creo que el poder grabar de manera tan indie nos permitió captar esas escenas tan llenas de autenticidad. Los habitantes de Kayar y la familia de Thimbo se implicaron mucho en ayudarnos. Y Thimbo se mostró muy transparente y comprometido con que el proyecto rebosara verdad; aunque eso supusiera tener conversaciones incómodas con su familia. Es un documental muy personal para él, y supongo que tiene un componente catártico muy grande poder compartir con el mundo algo tan suyo.
– ¿Durante cuánto tiempo estuviste grabando escenas para este cortometraje documental?
– Mi viaje a Senegal fueron doce días, de los cuales grabamos los primeros ocho. El resto lo aproveché para explorar ese maravilloso país. Fue una producción cansada pero donde no hubo prisas. Nos dio tiempo siempre a reflexionar sobre el material que llevábamos recogido, el que aún nos haría falta… Como en todo documental, el rodaje es un poco mareante; no sabes bien qué vas a hacer con tanto material. Pero sabíamos que había temas importantes que abordar y que teníamos buenas escenas. Luego, el montaje es donde todo empieza a encajar, a cobrar vida, a llenarse de cohesión. Es un proceso mágico pero en el que a veces te sientes muy perdido.
– Hay una parte de la película que es algo común creo que en todos los países, cuando un amigo de Thimbo dice: “el gobierno nos da migajas para tenernos sumisos y controlados”.
– Cada vez le doy más importancia a esa escena. Es una advertencia, un recordatorio de que los gobiernos están para servirnos y no al revés. Y no queremos que nos solucionen la vida, pero sí que nos permitan la oportunidad de valernos solos. Da mucha lástima sentir que en un país tan rico las instituciones de poder tengan sometidos a los ciudadanos. Boye Kayar, el joven que dice esas palabras, es un tipo lleno de energía, de ideas y de avidez por hacer cosas de valor para su familia y su pueblo. Pero el entorno de corrupción se lo impide. Los prefieren pobres y dependientes. Te rompen las piernas, te regalan una muleta y esperan que des las gracias. Te das cuenta de que todo migrante busca recuperar esa libertad perdida, tomar las riendas de su vida y emprender un proyecto vital en sus términos. Boye Kayar, que además es muy elocuente, nos brinda unas citas que empiezan a cobrar una universalidad siniestra…
. ¿Cómo consigues que el compositor Arturo Cardelús trabaje en tu película?
– Tengo el gusto de conocer a Arturo desde mi etapa en Los Ángeles. Antes de eso, le conocía por su música porque mi padre es fan suyo desde hace más de una década. Arturo además es íntimo amigo de Álvar Carretero, productor de este documental. En muchas ocasiones yo había hablado con Arturo sobre el mundo de la música de cine, como dos melómanos empedernidos que somos. Pero siempre hubo cierta distancia profesional entre nosotros. Cuando Álvar le mostró un borrador de “Los cayucos de Kayar”, Arturo se interesó por hacernos la BSO. Yo no me lo creía. Obviamente, me encantaba la idea. Supongo que conectó con lo que vio, en parte porque él es también un emigrante. Arturo ha hecho un trabajo fantástico llegando allá donde las palabras y las imágenes no pueden. “Los cayucos de Kayar” tiene mucha hondura humana, y Arturo ha sabido reflejar eso con su música, llena de belleza, duda y añoranza como toda historia de migración. Arturo me encanta porque es muy clásico; cree en el leitmotif, en jugar con adscribir ciertas ideas musicales a distintos personajes y temas. Ha dotado al documental de una cohesión y un alma espectaculares. El proceso creativo fue una delicia. Creo que nos entendemos muy bien, así que ojalá pueda trabajar con él más veces en el futuro.
– “Los cayucos de Kayar” no solo habla de la migración trata muchos otros temas como el migrante que vuelve a su país y ya no lo tratan igual, los problemas familiares de Thimbo, una parte de la juventud que aspira a montar negocios en su propio país y no soñar con tener que jugarse la vida en el mar para llegar a Europa…
– Queríamos hacer un documental que no fuera estrictamente sobre las pateras. En cierto modo, las pateras nos sirven de MacGuffin para tratar todos esos temas que rara vez se exploran en los medios. No queríamos quedarnos en la superficie, en las cifras, en las posturas políticas, siempre reduccionistas. “Los cayucos de Kayar” pretende lograr una mirada atípica, fresca y con perspectivas desconocidas. Es importante darle voz a los protagonistas de este fenómeno, a Thimbo, su familia y su pueblo. ¿Qué tienen que decir ellos? El tema de la migración es complejo, multifactorial, y no se acaba con las pateras. La vida del migrante no vuelve a ser la misma, aunque regrese a su tierra. Hablamos de todos esos cambios, de cultura, de mentalidad, de identificación… El tema da para mucho y con este documental pretendemos abrir esos melones para invitar a la gente a reflexionar, con la esperanza de que en esa reflexión quepa la empatía.