El icónico director Terry Gilliam está en Festival Internacional de Cine de Huesca para recibir el Premio Luis Buñuel a toda su trayectoria. El cineasta de títulos como Brazil, 12 monos o El rey pescador ha revelado que su forma de hacer cine se parece a la del genio aragonés, al que califica como “provocador” y con “mucho sentido del humor”. Su presencia en la capital oscense se fundamenta sobre dos pilares, por un lado “es heroico que un festival sobreviva 50 años” y también “me encanta el cine de Buñuel, pero todavía más la persona”.
El cineasta nacido en Estados Unidos pero nacionalizado británico en la década de los 60, cuenta en su haber con reconocimientos en Cannes, Venecia, Berlín, los Globos de Oro o los Oscar y, sin embargo, considera que “habría tenido más éxito si hiciera películas correctas, pero a mí me gusta jugar con el público, provocar”. Es la visión del cine de este maestro de la comedia y de la ciencia ficción, quien ante la prensa ha declarado que la elección de los lugares de rodaje depende cada vez más de las ayudas y la financiación que hay detrás. “No tengo trabajo, no tengo futuro”, afirmaba entre risas.
Con estilo propio y un lenguaje cinematográfico único, apunta que “el problema no son las películas”, sino que “ahora la gente se ofende con facilidad”, ha manifestado contundente. Cada una de sus trabajos tiene un poco de Monty Python, grupo icónico del que fue miembro: “Éramos seis tipos con mucha suerte” porque “hacíamos lo que queríamos”, cuenta. Así es cómo recuerda esa época en la que “nunca se me lo he pasado tan bien”.
Terry Gilliam es un cineasta en el más amplio sentido de la palabra: director, guionista, actor, productor y animador. El haber cumplido 80 años no es óbice para contagiar energía allá por donde pasa. Comenzó en la dirección cinematográfica con los cortometrajes y después de su intensa filmografía reconoce que “las películas siguen teniendo mucha vigencia en el tiempo”.
Después de recorrer algunos de los escenarios de película que atesora la provincia altoaragonesa, Gilliam no ha dudado en reconocer la belleza de un territorio “que siempre he imaginado lleno de leyendas”. Haciendo uso del sentido del humor que le caracteriza, intuye “que me han llevado para darme ideas y rodar aquí una película” y ha asegurado que si “Ridley Scott ha utilizado el castillo de Loarre, yo allí no lo haré”.
Gilliam conoce el territorio ya que rodó en Aragón parte de Las aventuras del barón de Munchausen y algunas escenas de su última película El hombre que mató a don Quijote. De esos lugares se ha referido a Belchite como “un símbolo de lo ridículo que es la guerra”, mientras contaba que a cada paso durante la grabación se encontraba con elementos que recordaban al conflicto bélico.
Es un cineasta que no deja indiferente, con un marcado carácter que él mismo ha comparado con la figura de El Quijote, “con sus fracasos, alguien que se cae y se vuelve a levantar”. Le fascina la historia porque “reimagina el mundo de una forma noble y romántica”.