Mariano Cohn y Gastón Duprat nos traen esta divertidísima y dinámica cinta que mete en la sala de operaciones a la industria del cine y nos muestra sus entrañas creativas.
La trama nos muestra la voluntad de un farmacéutico rico de quedar para la posteridad, y una forma más barata que mandar construir un puente es hacer una película. Para ello contrata a la directora más reputada del momento, Lola Cuevas (Penélope Cruz) quien cuenta para su película con dos actores: Félix Rivero (Antonio Banderas), rico y millonario gracias a películas comerciales, e Iván Torres (Óscar Martínez), clase media, profesor de teatro y que odia los privilegios de clases.
La película nos envuelve en una atmósfera mágica con planos imposibles, colores impactantes, secuencias sorprendentes, jugando con perspectivas sugerentes posicionando la cámara en una esquina de la sala, en el techo, o con primerísimos planos. Este juego nos hace entrar y salir del alma de los personajes, conociéndolos y empatizando con ellos.
Los mundos que se retratan son los mundos caóticos de la creación de la directora Lola, y los problemas que esta tiene para transmitir sus ideas a los actores. Todo ello aderezado con los problemas logísticos de contratos, viajes, comidas, etc, que un proyecto como hacer una película conlleva. Todo este esfuerzo parece invisible al presentar la película en un festival, y que tras dos horas de metraje el público aplauda y se vaya a casa. “Competencia oficial” reivindica sobre todo ese esfuerzo físico, mental, de dinero y de energía que supone llevar a cabo un proyecto tan complicado como crear una película.
Parte de estas complicaciones que puede haber, aunque los protagonistas las oculten con bonitas palabras ante la prensa, son las rivalidades entre los actores. Para solventar estos problemas de ego, Lola tiene una idea muy original con los premios obtenidos por los protagonistas de su película, que dejará al público con la duda de si lo que acaba de ver es cierto o no. Entre otras locuras que se le ocurren a Lola para meter en situación a los actores, es unirlos con papel de envolver, o ponerlos ante peligros mortales. Cada una de estas situaciones viene con una magnífica imagen, con una plasticidad tan bella que parecieran postales. La imaginación de Cohn y Duprat no parece tener límites, y lo mejor de todo es que consiguen transmitir lo que tienen en la cabeza de forma magistral.
La ovación en la sala Darsena fue de las más largas, teniendo en cuenta que no estaban presentes los directores, ni las cámaras, ni ningún presidente de ninguna república.
Nota El Blog de Cine Español: 8
El infiltrado