Intensa, amarga y dura son calificativos que definen a la perfección este thriller político que retrata un contexto tan agresivo como interesante: el año antes de la dictadura militar que azotó a Uruguay en los años setenta.

Pero que aquí nadie espere un estudio pormenorizado y a gran escala del conflicto, el acierto de ‘El año de la furia’ es que obvia a los personajes históricos y te sitúa a ras de suelo. Te invita a que acompañes a un grupo reducido de protagonistas para ver su progresiva pérdida de libertades mientras sucumben a la creciente presión militar en el ambiente.

La película tiene un tono contenido y certero. Aprovecha una estructura coral para mostrar la magnitud de la tragedia desde diversos puntos de vista: tanto del lado de las víctimas como de los opresores. Contiene escenas inspiradísimas y en las que siempre encontramos un buen nivel actoral.

El principal reclamo del film es el maravilloso plantel de caras conocidas que pueblan la pantalla: Alberto Ammann nunca ha estado mejor; Joaquín Furriel deslumbra en su faceta más trágica; Daniel Grao está gris, turbio y aterrador; Martina Gusman se muestra tierna, carismática y deslumbrante; Sara Sálamo convence y ojalá se le dé más protagonismo en el cine español de los próximos años; y Maribel Verdú, que con pocas escenas se mete al público en el bolsillo.

El trabajo del equipo artístico es brillante; aunque quizá hay mucho que agradecer al guion, que es férreo y notable. No permite que el ritmo decaiga en ningún momento, se mueve con soltura siempre hacia delante y hace que cada escena y diálogo cuente en el resultado final. El guion es de Rafa Russo, que también dirige, y es loable su función.

Pese a la grandeza de la propuesta y siendo un director que anteriormente solo había dirigido una película, se muestra seguro y no permite que “se vean las costuras” en una sola de las escenas. Con mayor o menor acierto, no hay ningún momento en el que el espectador presienta que la producción ha superado al director. Y eso que hay un despliegue en pantalla y una factura muy inusual a los medios que realmente se contaron en el rodaje.

La parte técnica se desenvuelve al mismo nivel que el artístico, y este diálogo crea una película homogénea y potente. No es perfecta pero tampoco lo necesita. Hay tanta verdad en ella y tanta emoción, que el público no puede hacer otra cosa que centrarse en sus puntos positivos y aplaudirlos.

El año de la furia’ te acompaña después del visionado y el espectador siente durante varios minutos que continúa en el mundo de la película. Sin duda, la obra de Rafa Russo es una bofetada de cine comprometido e interesante.

Nota: 6

Una crítica de Toni Sánchez Bernal