CRÍTICA “UNO PARA TODOS”: A MEDIO CAMINO ENTRE LA SONRISA Y LA EMOTIVIDAD

La ficción televisiva en España ha reflexionado recientemente sobre los conflictos juveniles en la actualidad,desde un punto de vista didáctico y aprovechando las dinámicas sociales y generacionales que se dan dentro de las aulas. De este grueso de apuestas, se podría destacar la reciente Hit, que se emite actualmente en La 1 de Televisión Española o Merlí, que se convirtió en un gran fenómeno en la televisión catalana, llegando a la televisión nacional de la mano de Antena 3, y más tarde formando parte del catálogo de Netflix, llegando a tener su propio spin off con Merlí. Sapere Aude, una producción de Movistar +. Otras más mediáticas aún, como la exitosa Élite, aprovechan el escenario de un colegio privado para tratar temas interesantes como las enfermedades de transmisión sexual, el descubrimiento de las opciones sexuales o las diferencias sociales, pero sobre todo como excusa para crear un thriller repleto de pulsiones propias de la adolescencia.

A partir de esta tendencia, David Ilundáin, nos trae en su segunda película: Uno para todos. Una película que nos cuenta la historia un profesor interino que al que se le asigna una tutoría en un pueblo de Aragón y que tiene que enfrentarse a un conflicto dentro del aula. Uno de los alumnos está enfermo, pero ha llegado el momento de incorporarse de nuevo al colegio.

El director, que debutó con su ópera prima B, la película, basada en el juico de Luis Bárcenas ante el juez Pablo Ruz, cambia de registro desde ese estilo incisivo y mordaz en el que la fidelidad con la realidad convertía en su anterior película casi en un estudio de personajes suavizando un poco ese tono solemne hasta una película amable pero igualmente pegada a la realidad. Para ello cuenta con el talento de dos guionistas curtidas en el último cine español, Valentina Viso, una habitual del cine de Mar Coll o Coral Cruz, responsable de guiones tan distintos como los de Incierta Gloria de Agustí Villaronga o Verónica de Paco Plaza. Ambas aportan su sensibilidad para contar esta historia desde los pequeños gestos, los logros de un profesor que se involucra en el microcosmos que se crea en las clases y la incidencia que tienen las historias de los alumnos en la vida de quiénes les educan y al revés.

Un tono sin grandes dramatismos, a medio camino entre la sonrisa y la emotividad, es lo más acertado de un film que demuestra una gran habilidad para plasmar lo que acontece en un curso escolar, ese que es crucial en la educación vital de los adolescentes. Ilundáin también muestra una soltura para dirigir al reparto. Encabezados por un actor preciso como David Verdaguer, y todos los demás chavales que poblan la pantalla con su descaro y su inseguridad.

Se deja ver sin muchas aspiraciones, pero deja buen sabor de boca y seguramente su falta de pretensiones es su mejor aliada.

Nota: 6’5.

Chema López

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