No es el musical un género muy apreciado en el cine español, ni por los “hacedores” de películas ni por el espectador que paga por verlas. Es como si generaciones enteras se hartaran de niños prodigios entonando gorgoritos como Marisol o Joselito o de copleras metidas a actrices que ponían sus labios a favor del playback de la canción de turno. Por eso no deja de ser una heroicidad el lanzarse a llevar a cabo un musical y más a estas alturas donde el cinismo gana por varios cuerpos a la ingenuidad, felicidad e irrealidad de los personajes que suelen poblar este género.
Nacho Álvarez se lanza a los brazos del género en su primera película como director, empapa a la película de una positividad, a veces irritante, pero que confiere a la película ese aura de divertimento inocuo que por definición debería tener una “adaptación” a la pantalla de las canciones de Raffaella Carrá. Así, en el estilo de aquella pionera que fue “On connait la chanson” de Alain Resnais luego ya trasladada al cine patrio con “El otro lado de la cama” por Emilio Martínez Lázaro, las canciones sirven como base argumental / excusa para ofrecer unas secuencias musicales, unas más afortunadas que otras, y no complicarse mucho más la vida.
Aun así no deja de ser un acierto que la película introduzca el tema de la censura, que sea en los primeros años 70, donde la dictadura asesina franquista comenzaba a hacer aguas por todas partes y de cómo los ballets de Televisión Española se revelaban como una sociedad española que exigía más apertura a cada baile. El resto del argumento con romances ya demasiado vistos, relaciones paterno filiales agotadas o amistades femeninas inmediatas no aporta gran cosa a una película que busca el divertir, divertirse y divertirnos.
Pero si su intención es que seamos un poco más felices durante las dos horas que dura (sí, el tiempo de duración no es su baza fuerte) voy a centrarme en los puntos positivos a destacar y son, una producción excelente, su diseño de producción y vestuario son excelentes, algo exagerados en colorido pero es lo que te pide una película con aires kitschs, el nivel de los números musicales es correcto, sobre todo el del inicio y los que tienen lugar en los estudios de RTVE. Y por último pero no menos importante, destacar a un reparto muy apañado que se nota que quieren agradar. Evidentemente no todos brillan a la misma altura porque mientras Fernando Guallar, Giuseppe Maggio, Fernando Tejero o Pedro Casablanc cumplen en sus papeles son ellas las que se llevan el gato al agua, una divísima Natalia Millán y una voluntariosa y carismática Ingrid García Jonsson. Pero quien se lleva la película es Verónica Echegui, su Amparo es lo mejor de la película porque esta azafata murciana arrasa en cada secuencia que sale y crea a uno de esos personajes para llevarlos a casa. Dotada de una vis cómica espléndida la actriz se convierte en la reina del baile por muy mal que aparentemente lo haga.
Poco más puedo decir de la película que, aunque podría haber aprovechado mucho mejor sus armas horteras para transformarlas en puntos fuertes, no saca petróleo del todo lo que hubiera podido y que pretendiendo ser un “pasa rato” lo consigue con creces. Dejémonos llevar por la Carrá, veamos el vaso medio lleno y disfrutemos de la película sin mucha más ambición artística que el desconectar un rato de una realidad que en nada se parece en colorido, ritmo, humor e inocencia a lo que se nos ofrece aquí. ¡Bailemos!
Nota El Blog de Cine Español: 6
Paulo Campos