En los últimos años muchos nuevos nombres de directores y directoras llegaron para quedarse pero ninguno con un sello tan propio como el de Cesc Gay. Desde su debut en solitario en el 2000 con “Krampack” pasó a títulos como “En la ciudad”, “Una pistola en cada mano” o “Truman” que lo conformaron como el mejor cronista de los problemas de la clase media catalana y, por extensión, de esa pretendida nueva ola de burgueses culturetas que adornan sus vidas tan vacías como las de cualquier hijo de vecino con pretendida superioridad moral, intelectual o económica. Así, pues, de Gay podemos decir que crea un género que bautizaré como “vouyerismo de dolencias burguesas” donde nos divertimos viendo el patetismo de personajes que pretenden ser superiores en logros a la clase media obrera pese a ese pretendido aire progresista en sus discursos.
Si en sus guiones ya pretendía mostrar lo anteriormente descrito, en una adaptación de una obra teatral propia el género está claro. La obra en cuestión es “Els veins de dalt” estrenada en Barcelona en 2015 en la que incide en mostrar la problemática de una pareja acomodada que ya vive en una crisis marital perpetua cuando reciben la visita de los vecinos de arriba y pone en jaque su modo de vida, de unos y otros. Problemas del primer mundo, problemas de burgueses que nos divierten tanto y más si sufren, réplicas, contrarréplicas, mucho diálogo, que es marca de la casa de Gay, y todo esto lo encontramos en esta historia que se apoya en un humor irónico, inteligente, con unos personajes siempre sarcásticos, inteligentes y que van un paso por delante de la mente común. Nos gusta ver cómo se tiran los trastos a la cabeza cuando por mucha palabrería que haya no encuentran solución a su problema más que el ver quien grita o insulta más y mejor. Y de eso “Sentimental” tiene mucho.
Cuatro actores y apenas un escenario lo que provoca que nos acordemos de la teatralidad de la propuesta siempre difícil de disimular pese a un más que correcto montaje de Liana Artegal. Pero los reyes de la función son ellos los intérpretes y Cesc sabe dirigirlos, Javier Cámara está irónico, leñero; Belén Cuesta vuelve a sorprender con su vis cómica y se lleva la función en sus secuencias; Alberto San Juan nos recuerda lo buen actor que es; y la revelación tiene acento argentino, Griselda Siciliani, que construye una estupenda cuarentona dubitativa. Si merece la pena la visita al cine es por ellos cuatro y porque pasamos un rato estupendo y nos divertimos a su costa con sus mordaces tiras y afloja.
Estrenada en Donostia y con pase para industria en Toronto, la Seminci acogió su pase en la sección Spanish Cinema, de cara a su inminente estrenos en salas (si es que siguen abiertas cuando esto se publique). Esta divertida comedia merece una buena trayectoria en cines, en la línea de películas como “Perfectos desconocidos” que gustan mucho al público español y que deben a Cesc Gay un taquillazo por lo bueno de su trayectoria.
Nota: 7
Paulo Campos
A mí me pareció espantosa. Más doloroso si una es fan de Cesc Gay. Previsible y nada graciosa, más bien sonrojante. Pero tampoco es un tragedia que no funcione en taquilla, ha debido de costar cuatro euros viendo las localizaciones. Lo peor es, indudablemente el guion. La planificación es de teleserie barata y los actores hacen lo que pueden en piloto automático. A nivel técnico pues como todas las películas españolas realizadas dentro de la industria, muy bien. Pero eso no es suficiente para que nos encontremos con una gran película.