Emma Suárez confecciona un personaje atrayente, epicentro de un drama humano y costumbrista que emociona (y mucho).
María es una funcionaria de Bilbao a la que diagnostican una grave enfermedad. A pesar de esto y en contra del consejo de su hijo, decide hacer un viaje a Grecia. Allí descubrirá la isla de Nisyros, un pequeño remanso de paz y calma, donde conoce a Stefanos, un pescador de la zona. Inesperadamente se enamora de él y será entonces cuando María se verá obligada a decidir si volver con su familia o quedarse con su amor hasta el final.
“Una ventana al mar” no engaña, es lo que la sinopsis anticipa: un drama sobrio que apuesta por la sencillez de la historia. Se centra en el personaje protagonista y nos muestra un momento duro, sin paños calientes ni falsa melancolía. El director aporta una mirada emotiva que, sin edulcorantes excesivos, hace que el sentimiento aflore más de una vez.
Emma Suárez está enorme y no permite que dejemos de admirarla durante todo el metraje. Está contenida, viviendo el drama interno y mostrándolo simplemente en pequeños gestos. Sin duda, la actriz es el pilar fundamental sobre el que se sustenta toda la película. Está genial, pero por desgracia, el resto del elenco no le hace honor.
Akilas Karazisis está bien, pero apenas tiene química con Emma Suárez, y eso provoca que la trama romántica no sea del todo creíble. Una pena, pues sobre el papel y en lo técnico, el amor está presente; pero el romanticismo no termina de convencer y no llega al espectador.
Respecto a Gaizka Ugarte, el problema está en su personaje, no en la interpretación. Se entiende el interés de pasar de vez en cuando al punto de vista del hijo de la protagonista, pero hay que reconocer que estos momentos interrumpen el hilo narrativo y eso empaña el resultado final.
El guion demuestra un uso ejemplar de ecología narrativa, y las transiciones por guion son dignas de estudio. Aunque eso sí, el tramo final se alarga considerablemente y hay cierta sensación de “no saber cuándo terminar la película”. Pero vaya, el espectador está en ese momento tan dentro de la historia que dudo que muchos espectadores reparen en la cuestión.
Hay que destacar la fotografía de Gorka Gómez Andreu. ¡Qué maravilla! ¡Qué sensibilidad al mostrar la isla y cómo aprovecha al máximo el lugar! Realmente elabora un trabajo notable; solo hay que ver las ventanas que se saca de la manga con tal de dar empaque a planos que, a priori, podrían haber resultado vacíos y simples. Por favor, más directores de fotografía así en los dramas naturalistas.
Con todo, al tratar una historia dura y, no nos engañemos, con un tema como el cáncer que a todos nos toca de alguna manera, habrá quien no se atreva ni a acercarse a la película. Una pena, pues quien le dé una oportunidad se encontrará un film sensible y bien resuelto que te hará salir de la sala de cine con el corazón encogido.
Nota: 7
Una crítica de Toni Sánchez Bernal