Espectacular thriller sin complejos. Esteban Crespo confecciona una gran producción, dentro de los limitados presupuestos de nuestro cine, a la que no se le ven las costuras y que no tiene nada que envidiar a las que llegan de fuera.
Carlos, un alto ejecutivo a punto de convertirse en socio de una gran empresa, recibe el encargo de mediar en el secuestro del ingeniero de una petrolera americana en África. El incidente está poniendo en peligro la firma de un contrato millonario, y Carlos ha de solucionar el enredo cuanto antes.
Que aquí nadie espere ningún elemento transgresor, “Black beach” repite la fórmula que tantas veces hemos visto en películas anteriores; la única novedad es que estamos hablando de un film español. La producción es de auténtico lujo, incluso en las escenas de acción, donde Esteban Crespo se desenvuelve con una soltura inaudita. Sorprende que solo haya hecho una película antes (Amar, 2017), pues su labor es realmente encomiable.
Todo el peso del film recae sobre los hombros de Raúl Arévalo, que cumple con creces su cometido. Pese a que al inicio, quizá porque las primera escenas están en inglés, se le nota incómodo y con el piloto automático, pero es cuando el guion se mete en el fango que también él se permite brillar. Si hay algo en lo que Raúl Arévalo es especialmente bueno es que es un actor muy camaleónico: con traje es un auténtico yuppie, pero cuando quiere, le dota al personaje de unos rasgos mundanos que humanizan mucho al protagonista. Aunque eso sí, sobre el papel, el protagonista deja mucho que desear; es plano, muy plano, y si no fuese por el carisma salvador de Raúl Arévalo estaríamos hablando de uno de los personajes más insulsos de los últimos años.
Los secundarios también están muy acertados. Candela Peña está perfecta (Cuándo no lo está, ¿verdad?) y confecciona un típico rol de “aliada del protagonista” con entidad propia. El resto del elenco cumple con su función, y solo habría que destacar la enorme Paulina García que, aunque no tiene espacio para lucirse, es de esas actrices con tanto carisma que siempre es un gozo tenerla en pantalla.
Donde muchos encontrarán el talón de Aquiles de la película es en el guion. Como se ha comentado anteriormente, se limita a cumplir con lo esperado, y eso le dota de un halo de “ya visto” del que le es imposible desprenderse. Además el tercer acto, que es donde el guion intenta innovar ligeramente, resulta blando y torpe; y eso hace desmerecer el conjunto. No por ser una última media hora mala, en ningún caso; pero el hilo narrativo, que hasta ese momento había acompañado tan bien al espectador, se pierde, y eso da como resultado un clímax frío. La conclusión apenas tiene tensión al ser un final más que previsible.
“Black beach” es un gran entretenimiento que no pretende pasar a los anales de la historia, pero consigue intrigarnos y meternos de lleno en una historia durante casi dos horas, ¿acaso no es lo que se le pide a este tipo de cine?
Nota: 7
Una crítica de Toni Sánchez Bernal