Pocos premios han sido tan predecibles y con tanta claridad en las ediciones que llevamos del Festival de Málaga. Por unanimidad, por la acogida del público, por su exitoso paso por Berlín y por ese dulce regusto a obras que han significado tanto para la cinematografía de nuestro país como “Verano del 93” o “El espíritu de la colmena”, entre otras, hicieron a “Las Niñas” de Pilar Palomero, esa película de la que todos hablan durante cualquier festival que se precie.
Pilar Palomero, como si de un lienzo se tratara, estampa en su ópera prima el universo infantil de un grupo de niñas a punto de expandirse y toparse con la adolescencia, en un colegio católico. Su peculiaridad a la hora de enfocar y magnificar los recuerdos, los suyos propios y los de la protagonista en esta obra de ficción, nos sobreexpone un punto de vista nuevo y fresco de los problemas causados por la incomprensión y los silencios. Ambos generadores de emociones y situaciones que sus protagonistas dilatarán durante todo el metraje.
El esfuerzo de Pilar Palomero en atiborrar de veracidad y normalidad, en construir atmósferas y personajes provenientes de la cotidianidad alcanza cuotas de notable solidez en lo correspondiente a su trabajo en la dirección. Sin desprestigiar el excelente trabajo realizado con las actrices del filme. Todas ellas niñas llenas de ansias de vivir y comprender en todo momento el porqué de lo que les sucede.
“Las niñas” relata la historia de Celia, una niña que vive con su madre soltera de clase social baja, en un piso dotado de una atmósfera poco favorable al entusiasmo y la alegría, hasta que un día la llegada de una nueva compañera de clase hará que todo esto se tambalee.
El in crescendo despertar de Celia en antiguos temas desidiosos al silencio y la adquisición de una nueva visión del mundo de los adultos: el sexo, la curiosidad y el misterio, harán que la protagonista de Las Niñas empiece a articular una narración personal y valiente de su vida.
Lo que hace especial a una obra como Las Niñas es la elección del misterio y los recovecos que dejan los mutismos y la frustración de los adultos, como caminos por los que adentrarse en el mundo de los adultos y ensalzar ese primer acto de valentía que debe de tener una niña: alzar su propia voz y no la de otros y otras.
Nota El Blog de Cine Español: 8.
Eduardo Parra