Basada en una novela de Rafael Azcona, la nueva película de Víctor García León se halla muy lejos del resto de su filmografía. En absoluto es un film fallido, pero el material original del que parte merecía más, mucho más.
Finales de los años 50. Dos solteros treintañeros viajan a Ibiza a pasar el verano, atraídos por el mito sexual de las turistas europeas. Los dos amigos tienen objetivos distintos: Miguel solo quiere descansar y Antonio desea hablar con cuantas más mujeres mejor. Sin embargo, es Miguel quien conoce a una francesa de la que queda prendado al instante y ambos pasarán, para bien o para mal, un verano inolvidable.
Aunque el argumento invita a una comedia, que aquí nadie imagine humor de enredos y tópicos de películas veraniegas. No, “Los europeos” es un drama solemne acerca del proceso de autoconocimiento. Acompañamos al personaje interpretado por Raúl Arévalo en un verano en el que se conocerá a sí mismo de verdad, sin paños calientes; y quizá se lleve una sorpresa al comprobar cómo es en realidad.
De hecho, este factor, que debería ser el pilar fundamental sobre el que se sustente toda la película, es su talón de Aquiles. El arco del protagonista está desdibujado; o falta alguna escena crucial que se quedó atrás por motivos de producción o montaje, o no está bien adaptado el material original. No se entienden las motivaciones del protagonista, lo que impide que se empatice con él, y esto provoca que el clímax pierda efectismo.
Una pena, pues hasta ese momento la película presenta una aceptable propuesta de cine romántico e iniciático con algún que otro detalle a destacar: la interpretación de Juan Diego Botto, que está carismático a más no poder, y una cuidada ambientación, que muestra las miserias de un país en plena posguerra que se sentía muy lejos de sus países vecinos. De hecho, este punto es el mejor de la película. “Los europeos” demuestra lo mucho que ha cambiado la sociedad española, pese a algunos, y lo alejados que nos encontramos de esa España triste de finales de los cincuenta.
La dirección del madrileño Víctor García León cumple con la historia y consigue defender un guion al que le falta garra y brío para enganchar al espectador. La película adolece de cierta falta de interés, quizá porque el aborto ya no es, por suerte, un conflicto de nuestro día a día. No al menos en lo externo, en lo que tiene que ver con la práctica en sí y su legalidad.
Por lo demás, la película gustará a todos aquellos deseosos de historias cotidianas situadas en el pasado. “Los europeos” demuestra que se puede hablar de la evolución de un país sin caer en maniqueísmos de buenos y malos, o mostrando acontecimientos históricos claves. A veces, una historia de amor ya sirve para ver las diferencias entre el ayer y el hoy.
Nota: 4
Una crítica de Toni Sánchez Bernal