PEDRO ALMODÓVAR por Dolor y gloria. 10ª nominación / 2 Goyas
A favor: Ofrece este año una de las cumbres de su filmografía, y eso es mucho decir en alguien de su talla. En esta ocasión se despoja de toda coraza para mostrar a corazón abierto su intimidad, con sus luces y sus sombras, con sus frustraciones e inseguridades. Desde el recuerdo evocador de una infancia en la que hay lavanderas cantando junto al río, desmayos a lo Stendhal con el descubrimiento del cuerpo masculino y audiciones ante curas, hasta una madurez en la que se muestran reencuentros con amores pasados no superados o confesiones a una madre calladas durante mucho tiempo, la cinta actúa como confesión y vaciado emocional. Todo ello con un estilo cada vez más depurado; en su trabajo más sobrio donde ya no hay esos cameos desconcertantes ni esas locuras siempre al límite entre lo ridículo y lo fascinante, que hasta ahora no podía evitar incluir en sus películas. Aun así, todavía es capaz de sorprender, como en la narración de las enfermedades y dolencias que sufre el protagonista, un original momento ilustrado por la brillantez de Juan Gatti. Almodóvar tiene 2 Goyas en esta categoría, un récord que hasta ahora comparte un grupo de 6 cineastas, entre los que hay nombres tan dispares como León de Aranoa o Isabel Coixet. La trascendencia de Pedro Almodóvar bien merece que este año se produzca el desempate y le corone en solitario como el mejor director de los últimos 35 años.
En contra: Por supuesto siempre habrá a quien el ejercicio depuratorio de Almodóvar le produzca el efecto contrario al pretendido y lo considere un presuntuoso ejemplo de onanismo ensimismado, del que posiblemente tampoco captarán todas las autorreferencias. No hay que olvidar tampoco que el cariño de la Academia por el manchego es limitado: en unos galardones en los que la triada de premios Película/Dirección/Guion casi siempre va unida, Almodóvar no ha conseguido jamás el triplete completo en un mismo año.
ALEJANDRO AMENÁBAR por Mientras dure la guerra. 6ª nominación / 3 Goyas
A favor: Tras una década de perfil muy bajo, en la que llegamos a temer por la carrera del que fuera niño prodigio del cine español, despeja todas las dudas demostrando que conserva intacto su poderío detrás de la cámara. Desde su inteligente decisión del comienzo mostrando la bandera española en blanco y negro y sus franjas coloreándose de una en una, o la impactante entrada militar en la Plaza Mayor de Salamanca, logra dibujar rápidamente el espinoso contexto sociopolítico en el que desarrolla su historia. En un mundo en el que todo son blancos o negros, Amenábar tiene el coraje de reivindicar el derecho a evolucionar en las opiniones mediante la figura de un intelectual complejo y contradictorio. Su novedoso enfoque, centrándose en las razonables dudas que surgen en los personajes ante un momento tan convulso, aporta interesantes reflexiones y deja libertad para que el espectador pueda sacar conclusiones de los argumentos. Su alegato claro a favor de la vida, de la paz, de la razón y contra la barbarie es el mensaje de un cineasta que conecta con el público como nadie.
En contra: La escena en la que los legionarios comienzan a cantar el himno, con el “Tomorrow belongs to me” de Cabaret como claro referente, no termina de funcionar. De igual manera, su empeño en asumir en primera persona disciplinas como la banda sonora, que en sus dos trabajos anteriores había delegado en Darío Marianelli o Roque Baños con resultados más satisfactorios, transmiten la idea de que tal vez ha abarcado demasiado.
JON GARAÑO-AITOR ARREGI-JOSÉ Mª GOENAGA por La trinchera infinita. 2ª nominación / 0 Goyas
A favor: Su apuesta por el castellano como idioma de la película puede ayudar a superar la barrera de la que se quedó muy cerca “Handia”, su anterior obra. En “La trinchera infinita” dan un paso adelante en su carrera con un ambicioso acercamiento a la memoria histórica mediante un drama intimista con muy pocos elementos. Pese a los condicionantes de trabajar en un espacio tan reducido, son capaces de insertar pequeñas píldoras que permiten mostrar los cambios de un país y el siempre complicado reflejo del paso del tiempo. Su cámara pasa con acierto de la agitación en la huida al principio de la película a la quietud de la clandestinidad, pasando a adoptar la perspectiva del topo que encarna Antonio de la Torre. Los momentos en que solamente disponemos del punto de vista que observa Higinio desde su zulo supone un reto de optimización de recursos narrativos, del que los directores vascos salen exitosos gracias a la atmósfera íntima que logran generar, en la que se palpa el miedo y la frustración.
En contra: Nunca una codirección ha sido premiada en esta categoría. El peculiar esquema de trabajo de este trío, que va cambiando sus roles según el proyecto, puede desconcertar a una Academia en ocasiones muy cuadriculada. Además, el hecho de que no parezcan tener intención de dejar de mantener su día a día en Euskadi, lejos de una industria que se maneja desde Madrid y Barcelona, puede alejarlos de los premios que son concedidos directamente por ésta.
ÓLIVER LAXE por Lo que arde. 1ª nominación
A favor: Es uno de los pocos nombres de nuestra industria con reputación internacional, habiendo colocado a sus tres películas en diversas secciones del Festival de Cannes. Añadir a Laxe en la lista de premiados con el Goya a mejor dirección supondría un toque de prestigio a la Academia. La deslumbrante escena que abre la película, con las llamas abriéndose paso a la vez que los árboles se van derrumbando y produciendo una sensación de danza hipnótica, deja claro su talento. Su excelente planificación de las escenas responde a la perfección a la misión del cine como arte generador de sensaciones mediante la narración visual. Suyo también es el mérito de descubrirnos a una mujer tan encantadora como Benedicta, entrañable como pocas en su constante: “¿Tienes hambre?”
En contra: Su propuesta no es para todo tipo de público, y requiere un esfuerzo para entrar en ella. Su mirada demasiado contemplativa no encaja en una Academia que el año pasado demostró su gusto por realizaciones frenéticas otorgando este premio al Rodrigo Sorogoyen de “El reino”. También su diseño de personajes, con un protagonista que se caracteriza por una parquedad de palabras exasperante, palidece frente la riqueza de personalidades que pueblan las películas de sus rivales. En un trabajo tan vinculado a la prodigiosa dirección de fotografía, es muy posible que los académicos consideren que el Goya a Mauro Herce ya es suficiente reconocimiento a la poética imaginería visual de Laxe.
JAVIER CASTAÑEDA
Imagino que habéis visto esto de El País. Es una copia de lo que hace la prensa yanki cada año de cara al Oscar de, desde el anonimato, hablar de los nominados. No me puedo imaginar al actor pero queda como un absoluto cretino.
https://elpais.com/cultura/2020/01/22/actualidad/1579693619_291255.html