En España mueren al año 4000 personas a causa del suicidio. No salen en el telediario, no se les contabilizan, no tienen presupuesto propio en ninguna institución y quizá es por ello que de la sensación de que para la mayoría no cuentan.
El tema de esta película es más que interesante. El tratamiento del tema podría hacerse con multitud de vértices y protagonistas. En este caso Dani de la Orden nos presenta un escenario reducido, un único escenario que delata su origen teatral en el que un grupo de amigos se reúnen para recordar a su amigo Litus, que se ha suicidado hace seis meses.
El film comienza como una falsa comedia incómoda de situación que va virando hacia la tragicomedia pura de catarsis donde todos los personajes tienen su momento de explosión en una apuesta emocional por parte del director.
Tal y como ocurría en Las distancias de Elena Trapé, Litus es también un retrato generacional donde la importancia de pertenencia a un grupo va dejando de tener importancia de manera paulatina en distintos tipos de personajes.
El elenco de intérpretes es más que estimable. Un reparto coral en el que destaca un excelente Quim Gutiérrez, que ganó el premio al mejor actor secundario en el último Festival de cine de Málaga y que realiza la interpretación más interesante de la película por comedida y emotiva, y que está acompañado por un Adrián Lastra único en el tono cómico que pide el film al comienzo, una convincente Belén Cuesta y unos Álex García, Miquel Fernández y Marta Nieto que también resultan creíbles en un ensamblaje consistente que supone una de las virtudes del film.
Cada personaje representa con más o menos acierto, los distintos puntos de vista que esta situación tan dramática provoca. Puede que con este abanico de personajes pueda parecer que se tienen todas las aristas del conflicto cubiertas, que todas las sensibilidades están representadas. Pero lo cierto es que la película pide a gritos algo más de incisión. El planteamiento sigue un código clásico recordando a films como Pequeñas mentiras sin importancia de Guillaume Canet o Los amigos de Peter de Kenneth Brannagh a la que incluso aluden, en lo que es el mejor guiño cínico y metarreferencial del metraje.
Es interesante como usan un elemento narrativo que no desvelaremos para no correr el riesgo de resultar un spoiler a modo de Mcguffin. El resultado final resulta algo superficial y demasiado sujeto a la cohesión narrativa del guión. Un libreto que hace el amago de algún debate interesante, pero nunca profundiza, y que tampoco banaliza en exceso, pero es un medio tiempo insuficiente.
Lo mejor para mí, es la caída consciente en la trampa que supone la canción central de la banda sonora, compuesta por Iván Ferreiro e interpretada al final por Miquel Fernández. Una emocionante guinda para esta reunión de amigos rescatados por el recuerdo de la pérdida del pegamento del personaje ausente.
Nota: 6.
Chema López