CRÍTICA “BUÑUEL EN EL LABERINTO DE LAS TORTUGAS”: RETRATO EN DOS DIMENSIONES

El cine animado en España es cada vez más potente y su presencia internacional es cada vez mayor. Durante la última década hemos tenido grandes hitos: desde Chico & Rita de Fernando Trueba, Javier Mariscal y Tono Errando (que llegó a ser candidata al Oscar a la mejor película de animación); pasando por los mega éxitos en taquilla de Planet 51 y la franquicia Tadeo Jones y finalmente otras películas que han significado un salto cualitativo ofreciendo producciones animadas adultas tan interesantes como Arrugas de Ignacio Ferreras y la coproducción con Polonia Un día más con vida de Raúl de la Fuente y Damian Nenow.
A éste último grupo podríamos sumar Buñuel en el laberinto de las tortugas de Salvador Simó Busom, que con su primer largometraje ha recibido muy buenas críticas y un recorrido internacional considerable que tiene como objetivo una posible futura candidatura al Oscar. Ya ha sido estrenada en EE.UU, tuvo su presentación en el Festival de Málaga donde ganó el premio a la mejor banda sonora, la cual también fue premiada en el Festival de Annecy donde obtuvo además una mención del jurado. Por si esto fuera poco, ha sido nominada como mejor largometraje animado en los Premios del cine Europeo (EFA), que se entregarán el próximo 7 de diciembre en Berlín.

Más allá de su palmarés y proyección hay que destacar a la película por su interés y logros. En ella se narra el rodaje del documental Las Hurdes (Tierra sin pan) que Buñuel rodó en Extremadura y estrenó en 1933. A pesar del éxito que el surrealismo estaba atravesando La edad de oro, supuso un escándalo en su estreno. Después de que esta controversia llegara hasta El Vaticano, al cineasta español se le cerraron muchas puertas y para rodar este mediometraje tuvo que recurrir a la ayuda de su amigo, el escultor Ramón Acín al que le tocó la lotería posibilitando esta producción, con la que Luis Buñuel retrató la pobreza en las zonas más desoladas de España tomando como ejemplo la región extremeña.

Una elegante propuesta donde su sencilla línea animada casi abocetada funciona a la perfección con el tono de la película. Se mezclan las imágenes del mediometraje real con la propuesta animada planteada por el director, y esa contraposición crea un impacto que la eleva de manera significativa.
Las ensoñaciones de Buñuel en formas surrealistas, sus fantasmas y su manera de ver el mundo están ilustrados de manera efectiva y el estilo de dibujo en dos dimensiones de la animación se adecúa creando una sensación acorde y apropiada.

La excelente música de Arturo Cardelús acompaña en todo momento y es uno de los puntos álgidos de un film que no huye de los momentos más escabrosos del rodaje que relata. España en ese momento estaba devastada por la miseria, y la obsesión de Buñuel por imprimir la realidad también conllevó decisiones bárbaras que en la película se critican de manera contextual, sin olvidar que la película refiere una época pasada feroz e inhumana.

Esa pasión por el cineasta y la representación de sus contradicciones como persona llevan a la película a sus cota más altas, convirtiendo al film en mucho más que un homenaje al director de Calanda.

Nota: 7’5

Chema López

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