El último verano antes de convertirse en adulto es el que se más se recuerda. Una adolescente vive las fiestas de su pueblo con la facilidad con la que parece pasar todo cuando se es joven. Nada más lejos de la realidad, si se cuenta desde el punto de vista adecuado. Con el paso del tiempo, vemos ese tiempo como fútil, ligero y sobre todo indolente. Cuando todo pasa y se cura no recordamos que el paso de los días era igual de grave como nos resulta el que vivimos hoy.
Lucía Alemany acierta de pleno contando la historia desde el prisma de la protagonista, Lis, una chica que sueña con estudiar en una academia en Barcelona para ser artista de circo y salir de su pueblo. La frescura con la que los diálogos fluctúan por la pantalla es como la caída del sol en las noches de verano donde parece que la densidad del calor del día se atenúa. La inocencia es una película orgánica donde su gran baza es el realismo con el que habla de su contexto.
La cámara de la directora huye del lirismo y de los subrayados y todo lo que ocurre es liviano e importante al mismo tiempo, tal y como pasa cuando tienes quince años. El contrapunto de los adultos es sin embargo algo más arquetípico pero sin dejar de transmitir verdad.
Estructural y narrativamente, el guión de la película no inventa nada nuevo y el espectador podría adivinar lo que va a ocurrir en pantalla sin equívocos, pero vale la pena recorrer las calles de ese pueblo junto a su protagonista. Comprobar con sus ojos la presión del cotilleo pueblerino, la angustia de estar encerrado en un lugar donde tus actos son vistos con lupa, y las paredes oyen para después escupirte recelo a medida que las atraviesas.
El film estuvo en el festival de San Sebastián y es una de las óperas primas del año. Un año donde el cine español está teniendo debuts destacados, desde luego el de Alemany es uno de ellos. Y si hablamos de revelaciones, hay que destacar a Carmen Arrufat. Su interpretación y su mirada recuerdan incluso al magnetismo de Adéle Exarchopoulus en La vida de Adele. La joven es capaz de llevar a cuestas la película. En mi opinión, es de ese tipo de interpretaciones que tienen que ver con el momento vital del intérprete, un acierto total de casting.
A su lado grandes actores como Sergi López y Laia Marull, que interpretan a sus padres y una reivindicable Sonia Almarcha, que sigue robando planos en todas las películas en las que aparece.
Su naturalidad, el tratamiento de los temas sociales de los que habla y la atinada lectura de la contemporaneidad y de la gente joven en las zonas rurales dotan a la película de especial interés. Como ocurría en Verano 1993 de Carla Simón se hablan de cosas verdaderamente importantes pero con una luminosidad que evita acentuar el dramatismo. La inocencia esencialmente triunfa al lograr capturar destellos de vida.
Nota: 8
Chema López