Había mucha expectación en torno a la adaptación de una novela de culto como Ventajas de viajar en tren (Antono Orejudo), definida por muchos como “inadaptable”. Javier Gullón ya obró el milagro con El hombre duplicado, la compleja obra de Saramago que Denis Villeneuve llevó al cine en 2013 con Enemy.
De nuevo, estamos ante un relato multicapas de una profunda carga psicológica. Varias historias componen el perfecto engranaje de este tren que, ante un caos aparente de locura desbordada, alcanza una precisión casi milimétrica en la que sus diferentes pasajes cohesionan, culminando con un final redondo. En pro del resultado del film, la adaptación -fiel al imaginario y tono de la novela- ha sufrido notables variaciones, empezando por la composición de Helga, el personaje principal que interpreta Pilar Castro.
El debut de Aritz Moreno es sin duda el más potente del año y uno de los principales hallazgos de nuestra cinematografía reciente. Dotado de estilo y personalidad, nos ofrece una propuesta inédita desde un punto de vista estilístico y narrativo, amparado en su complicado trabajo de montaje. El resultado es una película importante, que sorprende por su aspecto y en la que todos los elementos formales parecen estar al unísono. Su impecable diseño de producción se pone al servicio del juego de colores y ángulos de Javier Agirre Erauso, acompañado de la sugerente banda sonora de Cristobal Tapia de Veer, con partituras realmente interesantes.
Es también mérito importante del director conseguir que todos los actores -hasta el personaje más terciario- aporten y estén en el tono perfecto. Si hace un año celebramos el reconocimiento de una actriz como Susi Sánchez, éste es el momento de la siempre reivindicada Pilar Castro, llamada a acaparar nominaciones en los premios nacionales. La actriz es la estrella de la función y protagonista de, tal vez, la secuencia más icónica del film bajo la banda sonora de Massiel.
Más allá de las impagables transformaciones de Luis Tosar y Ernesto Alteiro, sobresalen momentazos de actores como Belén Cuesta o Stephanie Magnin, llegando al punto álgido con cada intervención de un inédito Quim Gutiérrez, cuyo personaje es tal vez el más perturbador.
Mención especial también para Javier Botet, aunque su episodio resulte el único vagón suelto de este tren perfectamente engarzado al que al espectador le resulta inevitable subir, sumergiéndose en su torbellino esquizoide y dejándose llevar por las sensaciones que depara el trayecto, que van del horror al gozo y la fascinación acompañada de carcajadas incómodas. Y reflexión, porque más allá de la mera provocación, el film dispara contra temas capitales como el maltrato o los estragos de la guerra. Todo ello bajo una premisa inquebrantable: la verosimilitud está sobrevalorada.
PUNTUACIÓN: 9