José Luis Cuerda vuelve a las carteleras con una secuela a la que el cineasta llama espiritual de “Amanece que no es poco”, una película de 1989. El director albaceteño no dirigía desde “Todo es silencio”, que adaptaba una novela de Manuel Rivas, y ahora regresa con una adaptación de su propia novela homónima.
Ha pasado mucho tiempo desde esa película con la que tiene conexión esta última obra de Cuerda. A pesar de ello, la misma retranca o incluso más deja perlas que siguen despertando carcajadas ruborizadas en el público. Ese humor absurdo, en esta ocasión está emparentado con el de cómicos más jóvenes herederos de su propio estilo, como los chanantes Carlos Areces, Raúl Cimas o Joaquín Reyes, actualizando el surrealismo a modo de comedia de ciencia ficción futurista.
El fresco social que forma narra una distopía dentro de varios milenios, por no pillarnos los dedos con las fechas, en la que una sociedad interactúa entre sí dejando claro que la evolución o involución no hará que las cosas cambien precisamente a mejor. Si hay una piedra, por qué no tropezarse con ella infinidad de veces.
Tiempo después de este sólo queda un edificio en pie donde los habitantes tienen una estructura social organizada, y fuera de él un atajo de supervivientes que representan otros escalafones de la sociedad sortean ese futuro de la mejor o peor manera que saben. Como dice la canción de Sabina, que ilustra los títulos de crédito: Nunca gana el ganador.
La película abruma como una colección de situaciones surrealistas y gags sin descanso y por supuesto esa agudeza afilada, es prácticamente imposible de mantener. El hartazgo impera y los chistes por segundo saturan, ya que además de la irregularidad, el atino no siempre es el que quisiéramos. Eso sí, cuando funcionan, la sonrisa es inapelable. Es casi como el Cuerda “twittero”, que siempre tiene algo que decir, y la mayoría de las veces se queda en una nadería ingeniosa y cuando el dardo apunta alto, cuadra en el centro de la diana.
Sería muy injusto reducir la película a esa condición, y mucho menos a su artífice, que ha sido capaz de darnos filmes tan memorables como “El bosque animado”. Esta “Tiempo después” sale a flote, aunque para ello tenga que ser ayudada por la confianza adquirida con el espectador después de tantos años y un reparto entregado a la batuta de su director.
Entre los actores que aparecen en “Tiempo después” hay una representación magnánima de la comedia española, un sinfín de actores que resumen la tradición de los cómicos de este país por este género. Así por la película desfilan nombres como los de Roberto Álamo, Miguel Rellán, Antonio de la Torre, Arturo Valls, Berto Romero, Secun de la Rosa, Manolo Solo y un largo etcétera. Casi nada.
El público que pueda conectar con esta propuesta disfrutará enormemente. El mundo va hacia adelante y nosotros rezagados podemos sucumbir a él o dejarnos atropellar por su inmundicia. Menos mal que nos queda la risa.
Nota: 6.