Si pudiéramos eludir nuestras responsabilidades y entregarnos únicamente a nuestras pasiones hasta qué punto seríamos nosotros mismos. Nuestro yo es más honesto cuánto más se acerca a lo que proyectamos, a lo que elegimos, o a lo que deseamos. Estas disyuntivas son cuestionadas por “Ana de día”.
La ópera prima de Ana Jaurrieta reflexiona sobre la identidad, el autoconcepto y sobre la imagen personal. Un drama psicológico que explora la psique de su protagonista femenina deteniéndose en sus pasos por un escenario perfecto, Madrid. La premisa es fascinante: Una mujer descubre un buen día que tiene una doble exactamente igual a ella y que cumple con sus obligaciones, entonces decide lanzarse a vivir.
En ese instante, el paisaje urbano cambia. Del olor a oficinas, del gris de las chaquetas americanas, de la presión del ser humano por mejorar continuamente al olor de las pensiones baratas, de la noche y de cigarros encendidos con encendedores de cocina de gas.
Presentada en el último festival de cine de Málaga, “Ana de día” transita por calles conocidas sin renunciar a su propia personalidad. Camina errática y determinada como la “Belle de Jour” de Luis Buñuel o “La mujer sin piano” de Javier Rebollo. Aunque lo hace en otro contexto, el de lentejuelas de un club de music hall, de bailarinas nocturnas y de boas de plumas con hedor a alcohol.
Ana Jaurrieta ha hecho una película valiente. Su mirada femenina nunca tiene un discurso complaciente ni condescendiente, sino desprejuiciada y tomando las riendas con un empoderamiento real y sin almibarar. En su parte final la psicodelia se adueña demasiado de la película pero por suerte las cosas se ven distintas de la noche al día.
La protagonista es Ingrid García Jonsson, esa actriz que se reveló en “Hermosa juventud” de Jaime Rosales y no ha parado de brillar. Aquí resulta enigmática y perfecta para el personaje de Ana y su dualidad. El nivel interpretativo es notable, destacando a una estupenda Mona Martínez y a María José Alfonso en papeles de reparto.
La película también habla de la libertad, de su precio y de su necesidad. La libertad no nos exime de errar, la ansiedad social tampoco. Elegimos por nosotros mismos, pero también por lo que se espera de nosotros. La esclavitud de las trabajadoras sexuales cambia de un plumazo por el simple hecho de tener libertad para elegir o no. Y Ana se mira en un espejo (en si misma) y el espectador junto a ella observa sus rasgos, reconoce sus gestos y finalmente se pregunta: ¿Somos felices?.
Nota El Blog de Cine Español: 7
Chema López
¡Qué mal se estrenó en Barcelona! Con lo que me apetecía. Si se estrena así en una capital grande ni me imagino en otras o en provincias