En 2006 Isaki Lacuesta dirigió “La leyenda del tiempo”, un documental que narraba la historia de Isra y Cheíto tras la muerte de su padre. 12 años después vuelva a San Fernando (Cádiz) para dirigir “Entre dos aguas”, una secuela donde se reencuentra con estos personajes y con el tiempo vivido a sus espaldas.
Como en una especie de “Boyhood” (Richard Linklater), el paso del tiempo está contado desde el crecimiento real de los personajes. En este caso, el documental y la ficción se dan la mano para seguir los pasos de Isra, protagonista absoluto de la película tras salir de prisión y volviéndose a encontrarse con su hermano Cheíto para observar cómo han tomado caminos distintos. En la película se alternan imágenes de “La leyenda del tiempo” con lo rodado en la actualidad dando sensación de documento absolutamente veraz acerca de la ficción construida sobre estas personas. Vemos al niño y al adulto, en un montaje que unifica momentos paralelos como si un soplo de viento caminara sobre el tiempo y los 12 años volaran, como ocurre cuando recordamos nuestra propia vida.
El discurrir de estos años ha endurecido aún más la vida del personaje principal de la película. Las marismas de la isla enfangan su devenir, los trapicheos parecen la única solución y los sueños se evaporan cuando la vida real nubla su mirada y en sus metas.
Los diálogos construidos por Isaki Lacuesta, Isa Campo y Fran Araújo están enriquecidos por las aportaciones de los actores y eso se nota en cada secuencia. La verdad es el detonante de la película. Una película donde la honestidad se convierte en su gran marca y cada línea de guión duele cuando en el rostro del actor/persona vemos ese peso. Cuando las lágrimas caen del rostro del Isra es imposible no romperse.
A su vez, “Entre dos aguas” es una película viva, que tiene el poso del ritmo de las tardes de verano, del sol siendo engullido por el mar, y hay cierta alegría cotidiana que contagia todo el metraje y mientras vemos la felicidad de los personajes cuando disfrutan zambulléndose en el agua, los espectadores somos un poco más felices.
Todo ello sería imposible sin un director que decide desaparecer tras la cámara para dar todo el protagonismo a lo que ocurre delante de ella, aprovechándose de cada golpe de respiración que destila pureza y veracidad. Aunque también encontramos algunos momentos visuales muy inspirados, como el montaje análogo entre los dos protagonistas fundiéndose con las luces nocturnas.
Sin Israel Gómez Romero, no existiría “Entre dos aguas”. No obstante, esta es una afirmación absolutamente literal. Su vida, la tinta tatuada en su piel y sus ojos despiertos mirando con curiosidad ávida conforman esta espléndida película. A su lado también Francisco Gómez Romero, interpretando y siendo Cheíto, y todos los demás supurando humanidad.
Se ha dicho mucho que le sobra metraje, que las escenas están alargadas y que sus ideas se convierten en repetitivas. Todo es cierto, pero la empatía que provocan las imágenes y la conexión establecida con ellos resiste esos pequeños problemas y se convierten en un mal menor.
La película se erigió como la gran triunfadora del último Festival de Cine de San Sebastián, ganando la Concha de Oro. La segunda que gana Isaki Lacuesta, colocándole además en el disparadero de los premios de la industria por primera vez en su carrera.
Quizá este cine esté lejos de la inmediatez del consumismo, puede que el término medio entre hechos reales y ficticios tengan un equilibro imposible pero Lacuesta ha construido una película que discurre de manera armónica como un hechizo arrebatador, al igual que ocurría con la pieza instrumental genial de Paco de Lucía.
Nota El Blog de Cine Español: 9.
Chema López
A las 3 de la mañana hora española se sabrá si Campeones pasa el corte de los Oscar.
bah, en realidad se sabrá qué otras películas pasan el corte.
Tiene momentos de gloria y es de una honestidad absoluta. Pero esos momentos son escasos y, sí, divaga en exceso y es difícil de desconectar