Triste noticia. Nos acabamos de enterar que ha fallecido el actor Álvaro de Luna a los 83 años de años a causa de un cáncer de hígado. Nacido en Madrid en el año 1935 comenzó a trabajar desde muy joven en el mundo del cine como especialista y cinco años después debutó como actor en la película “La máscara de Scaramouche”, de Antonio Isasi-Isasmendi (1963), y, con un pequeño personaje en el clásico “El verdugo”, de Luis García Berlanga. Sin embargo, su gran papel llegó con la serie “Curro Jiménez” donde interpretaba a “El algarrobo” y, más tarde con el personaje de Carlos Vergara en la serie Farmacia de Guardia (1992-1995). En el año 2008 fue nominado al premio Goya al mejor actor por su interpretación en la película “El prado de las estrellas” del director Mario Camus, que, finalmente, fue su penúltimo trabajo en cine porque ahora mismo está en la cartelera su último trabajo la comedia “Miau”, dirigida por Ignacio Estaregui.
Descanse en paz.
Descanse en paz. Me entero ahora de que participó en El Verdugo.
Me cruzaba con él en el Gijón los días de la tertulia decana, aunque nunca pude sentarme en aquella mesa. Yo he ido poco y a otros rincones del establecimiento, a veces para soñar autorías de Café, otras para enseñar un lugar de leyenda a algún viajero de paso.
Álvaro de Luna también fue leyenda. Hizo teatro a mansalva, televisión y cine, en el que empezó de especialista almeriense. Su portentoso físico le permitiría embarcarse en cualquier producción, a caballo y a pie, a puñetazos, a tiros o a espada.
Pero escondía un actor muy solvente y lo demostró en cuanto hubo ocasión, con dos papeles consecutivos que le instalaron en el imaginario español más entrañable: El Algarrobo, de la serie de aventuras y bandolerismo Curro Jiménez, y el padre de familia de La barraca, basada en la novela valenciana de Blasco Ibáñez. Puso su bonhomía y buen hacer en otras series televisivas de referencia, como Farmacia de Guardia, Señor Alcalde, Gran Reserva o Águila Roja.
También en teatro era capaz de todo, y muchos Estudio 1 bien grabados lo atestiguan. Su carrera en el cine fue curiosamente la menos afortunada, le faltó ese título de incontestable relumbrón, ese papel imperecedero, pero estaba estupendo en Luna de lobos o en La guerra de los locos, por nombrar dos buenas películas rápidamente.
Tuvo, sobre todo, una virtud que en nuestra tierra es infrecuente: le caía bien a todo el mundo.
Nuestro querido Algarrobo se ha ido a la Sierra para la eternidad. Allí vivaquean ya Curro y el Estudiante. Échale un trago a la bota mientras llegamos los demás, amigo. Y cuidado con ese trabuco.