En un momento nuestra vida puede cambiar por completo. Eso es lo que nos pretende contar Gonzalo Bendala en su nueva película: Cuando los ángeles duermen (2018). En ella el realizador sevillano nos cuenta el tortuoso viaje nocturno, de vuelta a casa, de Germán un padre de familia que por asuntos del trabajo se ha perdido el cumpleaños de su hija. Para remediarlo el hombre intentará llegar lo antes posible, intentando vencer el sueño y otros problemas que se irán cruzando en el camino, pero finalmente la desgracia se volverá inmensa cuando atropelle a dos jóvenes. Un atropello que está regido por el azar, ya que todo el relato está repleto de momentos aparentemente casuales que con el paso de los minutos se descubre que no lo son tanto. Y quizás en ese intento por desperdigar secuencias azarosas, el relato pierde credibilidad. La parte en la que Germán es parado por la guardia civil es muy poco verosímil, sin contar lo brusco que resulta ver el cambio de actitud en el protagonista. Su arco dramático cambia en cuestión de horas desde la honradez de un trabajador y padre de familia a un tipo con escasa moral. Dejando aparte la estupenda interpretación de Julián Villagrán, que carga con el peso de la cinta y que demuestra ser un actor solvente en otros géneros más allá de la comedia, el cambio en el personaje es tan descontrolado que provoca distanciamiento en el espectador. Por no decir lo redundante de muchas secuencias que no hacen más que recalcar lo ya visto, sin que la acción avance. Obviamente al estar el relato localizado casi por completo en un coche, las posibilidades son escasas, pero el reiterado juego del gato y el ratón cuando se ha visto varias veces empiezan a extenuar.
Aunque posiblemente ese último tercio de la cinta, en la que todo se desboca para alejarse de cualquier huella naturalista, sea un intento de clarificar el propósito del director. Más que cualquier otra cosa, Cuando los ángeles duermen pretende ser una cruel cinta de persecuciones y locura. Ese cuerpo a cuerpo entre Germán y una de las chicas tan delirante y excesivamente salvaje da fe de ello. El aparentemente monótono viaje nocturno de Germán, a través de carreteras solitarias, se convierte pronto en una especie de espiral claustrofóbica de la que no es capaz de salir. Ante el fatal atropello aparece la necesidad de asumir responsabilidades y Germán no está preparado para ello. Hay que ser muy valiente para equivocarse y reconocer los errores, pero en la cinta el hombre es retratado como un ser cobarde capaz de cualquier cosas por salvar el culo.
No obstante, el contrapunto a esa bajada a los infiernos de Germán nos lo brinda el personaje que interpreta Ester Expósito. En su primera secuencia podemos pensar que es una niñata sin más, pero el paso de los minutos nos descubre a una luchadora incansable que en ningún momento se achanta ante el poderío dramático de su partenaire. Y no puede dejar de mencionarse a Marián Álvarez, una actriz inmensa que en sus pocas secuencias es capaz de trasmitir toda la ambivalencia de quién convive con un monstruo y no lo sabe, o no lo quiere saber. A veces es más confortable acuñar el papel de esposa ciega y sorda que prefiere mil veces la amable ignorancia a la compleja verdad.
Laura Acosta
Nota: 6,5