La dureza de los que tienen que emigrar nos trae una nueva película original y alejada de los estereotipos, de la mano de la directora argentina Julia Solomonoff. La cinta se titula Nadie nos mira (Julia Solomonoff, 2017) y se centra en el día a día de Nico, un actor homosexual que está en Nueva York en busca de su oportunidad, tras dejar una complicada relación con un hombre casado. Lo primero que hay que destacar en la película es la lucha de Nico por encontrar su identidad, en una ciudad enorme y propensa a la deshumanización. Porque después de todo, ¿quién es Nico Lenke? Uno, si se queda en la superficie, puede pensar que es un actor argentino que ha tenido bastante éxito en su país gracias a varias telenovelas, y que ahora ha decidido ir a Nueva York para hacer su carrera aún más exitosa. Sin embargo, en un nivel más profundo, uno descubre que este personaje está en Nueva York más que por elección por necesidad, llevando una vida que no se asemeja en nada a la de un actor de éxito. Muy al contrario, podríamos definir a Nico como un personaje “borderline”, ya que se encuentra permanentemente al límite, con muchos problemas de índole económica y sentimental.
De este modo la ciudad de Nueva York se presenta como un lugar más de desencuentro que de encuentro, en la que Nico tendrá que poner en suspenso su identidad maltrecha para prestarse al azar. Un azar doloroso que le hace invisible ante todos, por mucho que él sea un actor conocido en su país. Solamente alguna niñera hispana le reconoce y esto sumado a los numerosos problemas que tiene para encontrar algún proyecto, provocan que Nico busque las miradas ajenas a través de las cámaras de seguridad, con las que se va topando, en una actitud desafiante propia de aquel que está perdiendo su especificidad en favor de la más triste alienación. Por suerte, Nico tiene un lugar al que regresar si el frío de la ciudad y la soledad se tornan letales. Al fin y al cabo él no es ya un niño y después de subir tantas pendientes con su bicicleta las fuerzas empiezan a flaquearle.
Para localizar esta historia Solomonoff decide sorprender al situar su cámara frente a un Nueva York distinto, alejado de las típicas imágenes de calendario, fruto seguramente de la experiencia de la propia directora. Sin olvidar el pulso exquisito que Solomonoff demuestra al filmar a este hombre sensible que cuida a un bebé y mira con nostalgia las fotografías junto a un amor que se sabe tóxico. La puesta en escena es muy sencilla y naturalista, pero tiene algunos momentos muy bellos y profundos como esa conversación de Nico con su antigua pareja a cerca de las diferencias entre “ser” y “estar”. Sin darse cuenta Nico ha perdido su ser y tendrá que intentar recuperarlo como sea.
Nota: 9
Laura Acosta