En contra
En ocasiones, opinar sobre lo que se califica como película resulta tan innecesario como la misma película, pero cuando ese producto cinematográfico es parte de la propia cinematografía el compromiso de mirar hacia dentro obliga a analizar cualquier tipo de producto. En el caso de “La daga de Rasputín”, la última exquisitez de Jesús Bonilla, una especie de continuación de otro producto como fue “El oro de Moscú” (2003), se confirman todas las sospechas de que en la cinematografía española hay productos que ni merecen el término de producto. La película que ha dirigido Jesús Bonilla, con guión del propio Bonilla, quiere ser una comedia, pero, desgraciadamente está en la línea de esos productos basura que las televisiones privadas se preocupan tanto en ofrecer a los sufridos consumidores. Estaría bien que si se prohíbe fumar también se prohibieran productos que pueden afectar la salud mental de los espectadores, porque si importante es no padecer un cáncer de pulmón tanto o más lo es no rebajar nuestras ya limitadas y sufridas neuronas y sinapsis. Ni humor, ni gracia, ni coherencia y mucho menos buen gusto e inteligencia que es lo que hace a la comedia un género mayor. Un desastre total de un producto repudiable y donde es triste ver ganarse el pan de cada día de esta manera a grandes intérpretes de nuestras mejores comedias actuales como María Barranco, Antonio Resines o Juan Luis Galiardo llamados, sin duda, a mejores aventuras cinematográficas.
Ruiz de Villalobos
Lo mejor de “La Daga de Rasputín” son sus actores. Esta comedia costumbrista con elementos surrealistas continuación de “El oro de Moscú” tiene un guión con elementos de cine casposo que se podría emparentar con el cine del clan Ozores de finales de los 70 y principios de los 80 del siglo pasado, es decir erotismo bastante light, chistes demasiado obvios y diálogos atropellados, poco originales. Es una película con factura antigua.
José López Pérez