La nueva película de Carlos Marqués-Marcet, que deslumbró con su ópera prima “10.000 km”, pone de nuevo encima de la mesa asuntos importantes a nivel social y emocional, y al igual que ocurría con su anterior film, vuelve a emocionar y convencer por su manera de trazar sus personajes y la fuerza dramática de las acciones de éstos, tratados de la manera más ligera posible, acentuando los diálogos mediante situaciones cotidianas en los momentos clave que definen sus comportamientos.
En este caso nos habla de una pareja de dos chicas, que se enfrentan a la disyuntiva de que una de las dos desea ser madre, mientras que la otra aún no se ha planteado este caso. Además, suma un tercer personaje que funciona como vértice de un triángulo, no amoroso: un amigo barcelonés de una de ellas. La pareja convive en un barco que transita por los canales londinenses, tanto Eva como Kat, vivían felices junto a su gato, que acaba de fallecer, y Roger, el amigo español, está de visita junto a ellas. Tras una noche de juerga y alcohol, Eva plantea la posibilidad de que Roger sea el donante que necesitan para cumplir su objetivo y tener un hijo en común con Kat, a lo que ésta última accede sin pensar demasiado. A partir de ahí, una serie de circunstancias alrededor de esta compleja madeja de emociones encontradas, sacarás a la luz las verdaderasmotivaciones vitales de estos personajes. Además el director, nos vuelve a hablar de la difícil situación laboral y económica de los jóvenes, de la dificultad para establecerse en un país extranjero, dada la crisis económica española que obliga u ofrece la posibilidad a emigrar a otros países por razones laborales, creando así nuevas formas de afrontar relaciones humanas.
El director se vuelve a acercar a las relaciones de pareja, con quirúrgica precisión emocional, y en este caso lo hace de manera más divertida. La película comienza siendo una comedia para virar hacia la dramedia en su parte final de manera muy acertada. El director se preocupa de aspectos formales que participan de los anhelos de los personajes, utilizando un lenguaje visual que radiografía sus estados de ánimo de manera gráfica. Es muy interesante como utiliza el agua para canalizar todos estos aspectos, llegando a su máximo exponente en una escena de gran importancia narrativa, donde mediante el plano del discurrir del agua, está representando la secuencia del film. Esta apuesta formal, distinta a la de su ópera prima, la cual también estaba muy preocupada por hablar con distintas formas, en este caso es más convencional pero también muy efectiva. El uso de la fotografía es brillante, gracias a un excelente trabajo por parte de la directora de fotografía DagmarWeaver-Marcet. El humor es uno de los aliados de un guión que reúne los ingredientes necesarios para que la película sea una feelgood movie, pero también sepa rascar debajo de la epidermis de unos personajes al servicio de una historia más relevante de lo que aparenta.
Para ello vuelve a contar con Natalia Tena y David Verdaguer, que mantienen su fabulosa química, en este caso como colegas. Gran trabajo por parte de los dos, sobre todo de un David Verdaguer que funciona en todo momento como soporte de la historia, robando muchos de los momentos por su estupenda vis cómica, y su conexión con sus partenaires. Oona Chaplin está realmente estupenda, uno de los valores del film, resuelve su personaje con una mezcla de gracia espontánea y profunda humanidad, convirtiéndose en lo mejor de la película en muchos de los momentos más importantes. En el reparto, también destaca Geraldine Chaplin, interpretando a la madre de una de las protagonistas, su propia hija en la vida real, demostrando oficio, clase y talento.
Una de las sorpresas del año, que pudimos ver en el festival de cine europeo de Sevilla, ojalá la película encuentre a su público potencial, porque realmente lo merece.
Nota El Blog de Cine Español: 7’5.
Chema López
