Los cortometrajes siempre habían sido la oportunidad para darse a conocer para intentar hacer un largometraje.
También una forma de ponerse a prueba uno mismo de cara a ver las capacidades y posibilidades para pasar al formato largo (directores, actores, guionistas, cámaras, productores, etc).
Desde hace años los cines ya no proyectan cortometrajes, tampoco las televisiones (salvo alguna pública, como la 2) limitando las posibilidades de llegar al espectador y a la industria, además teniendo en cuenta que hacer cine es caro. Ahora los cortos solo se pasan en festivales y en la red. Hay algunos productores que no suelen ver cortos.
Además cada vez es menos costoso, gracias a las nuevas tecnologías, hacer un corto.
En el panorama español cada vez se hacen más y mejores cortometrajes de todos los estilos y géneros, y esto no repercute luego en que se hagan mejores largometrajes. Hay cortos muy brillantes como “Cinespañol”, “La flor más grande del mundo”, “Pichis” o “Dime que yo”, por citar algunos.
Es en la cantera de los cortometrajistas donde debemos tener un relevo en nuestro cine que finalmente nos coloque entre las primeras potencias mundiales en creación de productos del Séptimo Arte.
José López Pérez
El cortometraje, el hermano pequeño e ignorado del largometraje comercial, vive, desde hace años, casi en la clandestinidad, cuando es uno de los caminos naturales para poder acceder a la profesión cinematográfica en cualquiera de sus disciplinas. De ahí, que pese a sus dificultades para poder ser exhibido donde debe ser exhibido, que es en la pantalla grande de los cines (que lejos están los tiempos de la Ley Miró en los que era obligatorio proyectar un cortometraje antes de la película), el corto viva un momento de gran auge gracias a Internet. Lo cual crea, como ocurre siempre en la vida, un problema añadido, que es la calidad, porque como muy bien se sabe cantidad no es igual a calidad y viceversa. Este fenómeno provoca que junto a verdaderos descubrimientos (sin ir más lejos el de “Cinespañol”, del valenciano César Sabater) se puedan ver muchas buenas intenciones pero muchos regulares o malos resultados, lo cual no es óbice para que gracias a Internet y algún que otro festival de cortos, se pueda aplaudir y apoyar este corto (mejor o peor) pero realizado en libertad. En la libertad del esfuerzo, del trabajo desinteresado, del deseo cumplido y de la esperanza intacta. Cortos en libertad en oposición de tantos largometrajes condicionados por tantos factores que, inexorablemente, pierden su identidad.
Ruiz de Villalobos