“Miguel Ángel, ¿qué has hecho?” Fue lo primero que pensé al ver el trailer de ‘La Mina’, que deja intuir un sangriento festín que se aleja totalmente de la senda poética que nos hizo viajar a ásperos y remotos escenarios en sus dos recomendables largometrajes anteriores, ‘Ori’ y ‘Chaika’.
Pero, si uno mira al trasluz de esta incursión hacia lo comercial, encontrará en ‘La Mina’ evidentes paralelismos fílmicos. Esta no es una peli de terror convencional. Jiménez mantiene el tono contemplativo y vuelve a reflexionar con aspereza en las relaciones fraternales. En esta ocasión, traslada su narración a lo más profundo de Estados Unidos, con personajes marcados por un pasado traumático y la enorme influencia de la religión como refugio y vía desesperada de redención.
Tras unos años en prisión, Jack regresa a su hogar, donde se encontrará con el rechazo inicial de su mujer, que convive con su hermano convertido en reverendo del pueblo. Éste le ofrece un puesto de vigilante en la mina donde años atrás trabajó su padre.
De nuevo, Jiménez confía en un amateur para el personaje principal. Se trata del músico Matt Horan, eficaz en su rol y con un indudable carisma y atractivo.
El director constata su capacidad para transportarnos a las historias apoyado de nuevo en la imponente fotografía de Gorka Gómez Andreu y las magníficas localizaciones de los bosques de Artikutza (País Vasco) y la mina abandonada de Monsacro (Asturias). La película tiene mucha evocación visual y se disfruta por sus escenarios, ambientación y la capacidad climática de su director, que combina los momentos de tensión con un tono pausado que se ve salpicado de canciones country que aportan un singular contraste.
La propuesta formal es atractiva por su choque entre su psiconarrativa y el coqueteo en los lugares comunes del subgénero slasher. Los 15 minutos de traca final demuestran que Jiménez es capaz de crear tensión y llevar a cabo un thriller potente, por lo que me queda la duda de cómo habría resultado el experimento de haber apostado firmemente por el género por el que pasa de puntillas durante casi todo el metraje, algo que puede desconcertar a un espectador potencial que rechazará cierta indefinición y falta de ritmo.
Aun así, estamos ante un thriller interesante por diferenciarse precisamente en su no delimitada la línea entre cine autoral y comercial.
Puntuación: 6