Cumplir con las expectativas se esta convirtiendo en misión imposible y caer en el desánimo es ciertamente fácil hoy en día. Pero, ¿por qué no darle la vuelta a este planteamiento? ¿Por qué no desterrar esa expresión que dice que los trenes pasan una vez en la vida?. De esta premisa surgió Las ovejas no pierden el tren, una película nacida de un momento de auténtico colapso social. Sin ser una historia autobiográfica, me siento identificado con muchas de las situaciones de la película, y de casi todos los personajes tengo un referente “de carne y hueso” en el que me he inspirado. En ese sentido, esta es una comedia esencialmente contemporánea, ya que el concepto en el que se mueven los personajes es el que no está tocando vivir. Pero no pretendo hacer ningún retrato social del momento, si no mas bien un relato intimista y divertido de cómo sobreponerse al día a día. Es una comedia de personajes: de ellos parte todo, y ellos son el auténtico motor de la historia…” así nos describe su director Álvaro Fernandez Amrero en las (estupendas) notas de producción de la película como ha trabajo su película, Las ovejas no pierden el tren…y en cierta parte, la película lo expresa bastante bien, aunque es una lástima que se quede en meramente correcto un relato que podía haber dado mas juego.
Después de seis años de casados, Luisa (Inma Cuesta) y Alberto (Raúl Arevalo) se han visto abocados a irse a vivir al campo, pero la idílica vida rural enseguida empezará a mostrar su cara menos amable. Mientras Luisa baja a Madrid a diario, Alberto lidia como puede con su crisis personal y laboral mientras se encarga del cuidado de su único hijo, Lucas, y trata de evitar a Manolo, un pastor que parece ser el único habitante del pueblo fantasma al que han recalado. A pesar de que la pareja no atraviesa sus mejores momentos, Luisa esta obsesionada con tener su segundo hijo, aunque el precio sea el sexo mas apático imaginable. Quien ni se plantea pisar el campo es Juan (Alberto San Juan), el hermano de Alberto, quien desde que se divorció no quiere enfrentarse a ningún drama. Con 45 años y periodista en horas bajas, sale con Natalia (Irene Escolar), una joven entusiasta de 25 años en la que ve una tabla de salvación, aunque no haya previsto las locuras propias de su edad. Por su parte la hermana de Luisa, Sara (Candela Peña), está acostumbrada a canalizar su ansiedad a través de los hombres, con quienes no acaba de encajar, hasta que aparece Paco (Jorge Bosch), un periodista deportivo que parece incluso dispuesto a llevarla al altar. O eso cree ella…
Las ovejas no pierden el tren es una película amable. Con esto quiero decir que el film, lejos de arriesgar, se propone hacer pasar un rato ameno y entretenido al espectador, y en ese sentido, su objetivo está cumplido. Lejos de ser pretenciosa (aunque en algún que otro momento quiera entrar por ese terreno) el film apuesta por una sencillez que la beneficia bastante gracias a la simpatía de sus personajes, pilar fundamental del film y que están descritos y desarrollados en su guión de forma estupenda. Las intenciones de los personajes y sus respetivas (y peculiares) personalidades quedan reflejadas desde el primer minuto y sabe desarrollarlos con buen hacer hasta su ejecución, algo nada fácil en el género de la comedia. Puede que resulte previsible (intuimos el destino de cada personaje), pero no molesta por lo cuidados y bien desarrollados que están. En ese sentido, se agradece mucho contar con unos personajes que se meten al público de calle…
El problema que le veo es que nunca termina de despegar…los dos géneros que pretende unir (comedia y drama social) se quedan estancados sin llegar al límite de sus posibilidades, y eso concluye con una sensación de intrascendencia bastante alarmante. Lo que consiguen sus personajes (como dije, bien trabajados), no lo consiguen las situaciones a los que se ven abocados, en mi opinión, poco aprovechadas (quizá debido al intentar unir todas las historias como puede). Tan poco aprovechadas en ese sentido, que deja incluso historias sin responder (como lo que respecta al padre de Alberto y Juan…hay un instante que plantea una situación y ni la propia película se digna en explicar cómo se resuelve). El público, al finalizar la proyección, se quedará con un regusto amable, sí, pero también con otra bien distinta de que ni se ha reído tanto ni se ha conmovido como el film pretendía…y es una lástima, porque había posibilidades, y con tal de ir sobre seguro se queda en un punto intermedio sin que sobresalga en casi ninguno de sus aspectos, debido también a una puesta en escena de lo mas funcional (aunque no es algo muy achacable en este caso).
Aunque si por algo destaca Las ovejas no pierden el tren es por un estupendo reparto donde todos realizan un excelente trabajo: Raúl Arevalo maneja este tipo de personajes a la perfección, y aquí no iba a ser menos (atención a las escenas en las que discute con su mujer); Inma Cuesta está EXCELENTE y resulta creíble en todas y cada una de las escenas que protagoniza (esta mujer, devora la pantalla); Alberto San Juan está estupendo en un rol que le viene como anillo al dedo (aunque su personaje se pudo jugar más dramáticamente…pero aún así, bien perfilado); Candela Peña disfruta con su papel, aunque por momentos parece forzar la comedia sin conseguirlo debido a eso mismo (aunque sus momentos dramáticos funcionan mucho mejor, desde luego…será que el drama se le da de perlas a esta actriz); Jorge Bosch está la mar de correcto (atención a la escena de la comida familiar); Irene Escolar está maravillosa con un papel para nada fácil (y que consigue una naturalidad encantadora…su presentación con el BlaBlaCar es impagable); y lo agradecido que es tener en pantalla a Kiti Mánver (siempre es un placer ver a esta actriz en pantalla). Todos los actores dan la talla y se les nota cómodos con sus respectivos personajes.
Así, Las ovejas no pierden el tren es una película de fácil digestión y de fácil olvido, pero durante su visionado entretiene con una facilidad pasmosa, lo cual hace que el balance se incline más por lo positivo. Gracias a unos personajes y a unos actores entregados, consiguen la simpatía de los espectadores que, seguramente, esperarían más carcajadas, pero que, lamentablemente, da para una modesta sonrisa. A pesar de ello, no es una mala elección si os decantáis por ir a verla, ya que su resultado, es de lo mas agradable.
Nota El Blog de Cine Español: 5
Manu Monteagudo
Me alegro de que los actores estén bien. Cuesta me pareció fuera de tono.
otra mierda mas, otra comedia que no hace reir mas
Con 2 actores en alza como protagonistas era raro que no la hubiera adquirido una major.
Tiene un tráiler que no llama nada la atención ir, una lástima que muchas productoras no se curren los trailers… son muy importantes.
Cuando lo máximo que se puede decir de una película es que “entretiene”,mal asunto.
Una crítica muy constructiva.
Hay una cosa en la que no estoy contigo, por lo menos a mi y a mi grupo nos ha pasado, es en que esta pelicula no deja poso. Yo creo que no es del todo asi. Fui a ver la película la semana que se estreno y he tenido que volver 2 veces más (y creo que alguna vez más iré) porque no logro quitarmela de la cabeza.
Coincido contigo en los actores, magnifícos, al que añado a tu lista es al gran Miguel Rellán.
Soy un gran admirador de Fernández Armero, sobre todo “Todo es mentira” y “Nada en la nevera”, y de la comedia urbana madrileña de los noventa que nació de manos de Emilio Martínez Lázaro, David Trueba y el propio Fernández Armero. Ese tipo de comedias románticas que describian una generación, comedías que no querían ser románticas pero que en el fondo solo retrataban la manera de ser y de comportarse de unas determinadas personas y al final resultaban muy románticas y soñadoras. “Las ovejas no pierden el tren” guarda mucho de ese cine y se agradece: dialogos cuidados, nada de chistes de risa fácil, nada de ordinarieces… Ojo a la múscia de “Coque Malla” a mitad de película, muso del director y uno de los rostros de esta generación que en los años 90 buscaban su lugar en el mundo y que ahora se encuentran igual de perdidos que entonces y tienen que volver a replantearse quienes son. Momentazo de Alberto San Juan con Miguel Rellán en el sofá.
Es de esas películas que plantea muchas preguntas, al menos en mi caso (puede a que otra persona no), para que uno las responda. A veces es necesario que no nos lo den todo masticado.
Me alegro muchísimo de que Fernández Armero haya vuelto a hacer lo que realmente sabe.
Yo a la película le puse un 9.