Desde hace semanas El Blog de Cine Español ha mostrado su absoluto convencimiento de que “Relatos Salvajes” será el sleeper hit de la temporada. A la espera de su estreno comercial el 17 de octubre y como muestra del éxito de la película entre nuestros colaboradores, os ofrecemos una segunda crítica igualmente entusiasta (ver crítica anterior).
“Relatos Salvajes” es una película que difícilmente podría haberse titulado de manera más acertada. Coherente hasta las últimas consecuencias con su nombre, el filme, escrito y dirigido por el argentino Damián Szifrón,se estructura en seis episodios independientes asociados a nivel temático y una muy buena escalada rítmica en cada uno de ellos.
Szifrón no está por introducciones y nos sumerge directamente en el meollo del primero de ellos, de desarrollo rapidísimo y creciente sorpresa, con instantes hilarantes y final inolvidable. Unos breves instantes de presente a partir de los cuales nos hace testigos de la frustración de toda una vida, sin la necesidad de llegar a conocer a su protagonista, y de la urdida trama de venganza que ha preparado y que como toda buena fiesta culmina con “fuegos artificiales”.
Justo después, en los créditos iniciales hechos a partir de bellas imágenes de animales salvajes en su hábitat natural, se nos evidencia que el común denominador de las historias es la voluntad de mostrar sin tapujos ni censuras el lado animal de los humanos. De hecho, la película es en este sentido transparente, cero manipuladora y prescinde de traba alguna que pudiera estorbar nuestra inmersión, lo cual siempre es de agradecer.
En todos los episodios somos espectadores de impactantes imágenes visuales que probablemente nos sigan acompañando ya una vez fuera de la sala de cine. Intentaremos ahora sintetizar las cuestiones tratadas sin contarlo todo; mencionar los ingredientes pero no el gusto que producen.
Empezamos con una lucha cuerpo a cuerpo entre dos desconocidos que se cruzan en una carretera de montaña. Uno de ellos es una especie de yuppie descontextualizado interpretado por Leonardo Sbaraglia quien, al espetar al otro un insulto común, da lugar a una lucha poco común en donde la violencia se mastica cruda, sin aditivos. A continuación nos situamos en un restaurante de carretera un tanto cochambroso en donde se desvela el pasado de tres personas: cocinera, camarera y cliente. Como es habitual, este último tiene que comer lo que las otras dos le preparan y sirven, pero todo cambia si ambas mujeres tienen un pasado trágico y dicho cliente fue parte detonante en uno de ellos, ¿verdad? Una historia donde la maldad amparada por el poder y la maldad amparada por el “total, no tengo nada” se enfrentan cara a cara.
Sigue un pedazo de vida de un ingeniero (Ricardo Darín) que pierde los estribos después de tener que tragarse la impotencia producida por una absurda burocracia que no permite dialogar, a la cual triste y rápidamente reconocemos. Ello le lleva a una espiral de pequeños desastres que alimentan sus ansias de venganza y cuya sed acaba saciando en un acto remate, cuya moralidad es más tarde debatida por el pulso social en las redes sociales.
Continua el hilo con un atropello y una huida, primero protagonizados por la negociación entre una familia rica y un jardinero pobre y con un segundo tramo en donde lo que más brilla es el poder político y económico, tan susceptible a la corrupción como a la extorsión. Y ya para cerrar, distensión máxima: el relato de una boda. La típica boda con fiesta chillona y luces cegadoras en donde tanto ruido consigue tapar por un tiempo un conflicto latente, hasta que éste se manifiesta a un volumen incluso superior. Un episodio de una especie de contagiosa locura colectiva que nos llega muy a dentro tanto por su radicalidad como por el ápice de esperanza que despierta su final, que parece querernos decir que, después de todo, puede que nuestros instintos animales sean los que nos salven, y que casi siempre hay tiempo para un “borrón y cuenta nueva”.
Coproducido por El Deseo de los hermanos Almodóvar, “Relatos Salvajes” es en el fondo un compendio de situaciones en las que algo se escapa de las manos hasta un punto en el que es muy difícil de reconducir. 122 minutos en los que ver el peor lado del ser humano no supone ningún suplicio sino un disfrute, pues a parte de las necesarias evasiones humorísticas, nos brinda por el mismo precio un debate abierto acerca del origen de la violencia y la criminalidad, y de qué manera nuestra sociedad estructurada y desigual los alimenta, sin además olvidar poner de manifiesto que son las respuestas individuales las que dibujan en mayor parte el destino de los protagonistas.
Júlia de Balle.
me aburro
Me gusto tu critica coincido en todo. El episodio 2 (la de Sbaraglia) parece una mezcla de La Lucha de Clases de Marx con Tom y Jerry y una pizca de Tarantino.-