Por primera vez en décadas nos encontramos ante una Gala de los Premios Goya donde no hay un claro favorito ni en la categoría de mejor película, ni en la de mejor director.
Además, como curiosidad, con excepción de “15 años y un día”, se daría por bueno que ganara cualquiera de las aspirantes a mejor película española del año y lo mismo pasaría en la categoría de mejor dirección, donde espero que los académicos no voten a Gracia Querejeta con motivo de homenajear la desaparición de su padre.
Esta noche descubriremos si los académicos han votado los planos fijos y los silencios en la dirección de Manuel Martín Cuenca en “Caníbal”, o las imágenes de época en formato de road movie de David Trueba en “Vivir es fácil con los ojos cerrados”, o bien la peculiar no-boda de “La gran familia española” que, aunque no es la mejor película de Daniel Sánchez Arévalo, sí deja ver que sabe cómo rodar una historia, destacando el montaje de la confesión en paralelo de la pareja protagonista.
Sinceramente, no puedo aventurar quién ganará el premio Goya al mejor director, pero si nos fijamos en otros palmarés como los Premios Feroz, donde salió ganador David Trueba, o los Premios del Círculo de Escritores Cinematográficos (el ganador fue Manuel Martín Cuenca), podemos apostar que el nombre en el sobre del premiado con el Goya a mejor director será uno de estos dos.