EL REALIZADOR ANTONIO MÉNDEZ ESPARZA NOS HABLA DE “EL MUERTO Y SER FELIZ”, DE JAVIER REBOLLO

Hoy tenemos el inmenso honor de contar con un colaborador ilustre: el realizador Antonio Méndez Esparza.
El director de una de las cintas más “viajeras” y premiadas de nuestro cine reciente, “Aquí y allá”, ha querido dedicar un profundo y fantástico texto a una de las películas españolas del cine reciente que más le ha marcado: El muerto y ser feliz, de Javier Rebollo.

Os dejo con las palabras de Antonio. Se disfruta leyéndolas.

El relato reinventado. Recontado. El relato resucitó.

Absolutamente incapaz de establecer un ranking de películas del ultimo año ante la petición de mis amigos de este Blog, me ofrecí sin embargo a hablar de una película española reciente, “El Muerto y ser Feliz”. Esta impresión llega tarde, ya bien entrado el 2014, pero aquí va.

“El muerto y ser feliz” resucita la palabra, el relato. Y siguiendo esa trayectoria del relato cinematográfico, invita de tal modo al espectador a mostrarse activo, a indagar, descubrir, a participar…
Sigue una tradición a menudo entre medias. Al menos para mí, ya que pienso muchas veces entre Melies y Lumiere. Y sin embargo creo que “el muerto” sigue una tradición entre medias que es quizás del cine más azaroso, del cine más apegado y despegado al relato; del cine que cuestiona la veracidad del relato y te propone una historia, un juego, un puzzle, y aún así construye una historia épica.

Hay relación en su película para mí en una tradición larguísima que seguramente desconozca en su totalidad, pero de la que tengo algunas películas grabadas en la memoria. Así puedo trabar similitudes desde Rivette – “Celine…”, hasta la maravillosa “Historias Extraordinarias” de Llinas, y sin embargo Rebollo hace algo para mí aún más sorprendente y digno de enorme mérito y una abstracción mayor del relato. Propone un juego absoluto de mentiras y verdades, de circunstancias, de memoria, y crea un personaje mítico: Santos. Santos a la John Wayne.

Porque de algún modo, lo intenta todo. Reconstruye y destruye un relato. Crea un personaje mítico. Cabalga. Acelera. No se puede hablar siquiera de unir géneros, creo que absorbe (¿cómo no absorber lo que yace ya en el subconsciente colectivo?) y construye una película tan llena de aciertos, que uno se queda boquiabierto.

Y esa misma abstracción, huyendo de disparos, muertos, etc, hace que como espectadores el retrato de Santos se expanda a lo conocido o desconocido. Esa serie de fragmentos, de muertes “teatrales” fragmentadas, se esparcen como fantasmas, los fantasmas de toda sociedad -desde luego la argentina o española-, mirando a pasados filtrados.

Pero no sólo nos habla de la propia naturaleza del relato y duda de él, sino que esa duda construye personajes memorables.
Santos/Sacristán en un retrato de un asesino convaleciente, frágil como un niño chico. Pero surge la pregunta de quién fue… y quién será en el que se converirá a lo largo del relato. Sacristán es/está maravilloso. Roxana Blanco ofrece otra interpretación magistral (tras las excelentes “La Demora” y “Matar a todos”). Es en esa relación secreta, obvia, de dos almas perdidas, dónde quizás esta parte del corazón de la película. De esos sentimientos construidos, donde en una hacienda matan unos cachorros, y un perro majestuoso escapa. Dónde quizá, o sólo digo quizá, pues el relato es una engañina, carga la suerte, y desembocamos en una resurrección. De Santos, de Erika. Una resurrección extraña, recorriendo paisajes, lugares, universos.

Mucho se habla de el nuevo cine español, un arrebato de valor. Creo que Rebollo nos ha regalado un riesgo absoluto, un puzzle maravilloso y unos personajes entrañables y demoledores (cuan difícil es eso). Si algo nuevo empieza, no es si no la continuación de eso mismo, y quizás, quizás el relato, el cine, ese nuevo empujón, comienza, o mejor dicho sigue. Dispara, acierta y corre, en un “muerto”. Una película para ver, que te regala ideas, secuencias, cuentos y mariachis.

Antonio Méndez Esparza

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