Cuando en el 2007 el Centro Cultural de la Villa pasó a llamarse Teatro Fernán Gómez, a todo el mundo le pareció un lógico y necesario reconocimiento a la figura del gran genio de nuestro cine.
Ahora, José Tono, recientemente nombrado responsable de este centro cultural, pretende recuperar el nombre antiguo por considerar que el nuevo “ocluye el resto de las actividades realizadas por el centro, su sala de exposiciones y espacios anejos de alquiler”. Además, afirma que el público aún asocia este espacio cultural al nombre anterior.
Según sus pretensiones, el Centro Cultural de la Villa se compondría de tres espacios con una denominación propia, limitando la de “Fernán Gómez” a la sala ahora conocida como Antonio Guirau, de 689 espectadores.
Sorprende este movimiento por parte de un recién llegado como es José Tono, designado director-coordinador temporal desde el pasado mes de septiembre tras la destitución de Miguel Munárriz, y que sospechosamente coincide con lo que muchos consideran una maniobra de privatización desde el Ayuntamiento de Madrid, que días antes anunció sus intenciones de dejar de la mano de inversores privados a este emblemático centro de arte.
Detrás de esta privatización de algo público -y que por tanto nos pertenece a todos- está el responsable de las actividades y centros culturales municipales Fernando Villalonga y Timothy Chapman, su número dos.
Según sugieren, los números del teatro son inasumibles, y en lugar de trabajar para solucionarlo (que es para lo que les pagamos), deciden privatizar.
Un centenar de figuras de la cultura ha reaccionado con un escrito en el que acusan al Ayuntamiento de llevar “a las instituciones al desastre” y tener así “un pretexto para que se privaticen”.
Una lamentable gestión de un antaño próspero teatro que solía abarrotar sus butacas ha conducido al Teatro Fernán Gómez a una situación de abandono. Espectáculos que llenaban las salas como los títeres, la banda municipal o la danza española fueron suprimidos inexplicablemente. La Zarzuela atraía entonces a cerca de 300 mil espectadores durante los dos meses de verano en que se presentaba. Ahora, esos meses el teatro cierra por vacaciones.
De nuevo surgen las dudas sobre qué intereses están detrás de todo esto. Y como siempre, un claro perdedor: la cultura.
Y como siempre, ante noticias como ésta, sólo me nace decir..”..qué vergüenza y qué asco de país”. Así es como cuidamos y protegemos nuestra cultura, todo n ejemplo, ya lo creo.