Como ya os avanzaba, los tres estrenos españoles del pasado fin de semana (“El cosmonauta”, “Ali” y “La última isla”) no tenían buenas expectativas de taquilla, más que nada, el mal común del cine español, porque nadie las conocía, al no invertir ni un euros sus distribuidoras y productoras en publicidad, sobre todo las dos últimas porque “El cosmonauta” se estrenó también gratis en la red, y es un caso excepcional que ya hemos comentado por aquí varias veces.
De este modo, “La última isla“, dirigida por Dácil Pérez de Guzmán, ha naufragado en su estreno recaudando sólo 7.300 euros con 32 copias, es decir, un promedio paupérrimo de 228 euros por copia.
¿Cómo es posible que, con todos mis respetos, se sigan realizando en España producciones que no amortizan en cines ni los gastos en cátering de su rodaje?
Creo, sinceramente, que esta crisis económica va a servir para que dejemos de ver producciones que cuestan más de un millón de euros -no pongo ésta como ejemplo, porque desconozco cuánto ha costado-, y que luego no recaudan en cines ni 50.000 euros, pero sus productores ganan dinero con subvenciones varias y ventas a las televisiones.
Es que esas producciones no deberían existir. Echadle un ojo a la rueda de prensa que dio hace un tiempo Tinieblas González sobre el cine español
Bueno perdón, no es que no deberían existir, es que deben amoldarse al público que tienen. Si tienen un público potencial de mil espectadores, no se pueden gastar un millón de euros en hacerla
No sé cómo será la película (aunque su trailer era disuasorio), pero el error desde mi punto de vista no radica en su director, que quiere contar lo que le peta y con los máximos recursos que pongan a su disposición.
Lo sangrante es lo de la productora y la distribuidora, responsables únicos de la explotación o abandono del producto.
Alguien se lo está llevando. Y en esto, como en tantas cosas que se consienten, atajar el problema se limita a seguir el rastro del dinero.