Encontramos en la sección de cine de lycos, www.cine.lycos.es, una entrevista a Emilio Martínez Lázaro con motivo del reciente estreno de su última película, “Las 13 rosas”.
La historia de las 13 rosas sucedió de verdad hace muchos años. ¿Cómo surgió la idea de llevarla al cine?
Antes de que Pedro Costa me llamara para ofrecerme el proyecto de hacer la película ya conocía la historia de las 13 rosas, a las que llamaban “las menores”. Acababa de salir el libro de Carlos Fonseca, que está muy bien documentado, y cuando Pedro me lo dejó, claro que me interesó el proyecto. Otra cosa es si yo sabía entonces cómo iba a hacer la película, que no tenía ni idea…
Son unas circunstancias muy crudas las que rodearon a estas chicas. Las películas históricas pueden ser delicadas al tratar de reflejar la realidad.
Como te digo, no tenía ni idea de cómo enfocar el guión, o de cómo decidir el punto de vista. Una película histórica es una cosa muy complicada; cuando leemos un libro sobre Napoleón, por ejemplo, a partir de las descripciones que hace el autor o de los cuadros que hemos visto de él, nos imaginamos cómo es el personaje … Y nos vamos construyendo una idea del resto de los personajes. Pero cuando se ve una película histórica, Napoleón tiene la cara de Marlon Brando, y no es nada más que Marlon Brando. Y este es el problema. En una película, la apariencia física, la manera de moverse, de hablar, de las heroínas y de los héroes, está determinada por el actor y el guión, y el público no puede poner su imaginación mucho más allá de las imágenes de la pantalla. Entonces, todos sabemos que una película histórica es una pequeña traición a la historia y al mismo tiempo puede ser fiel a los datos más importantes del hecho real, que es lo que yo he intentado hacer en “Las 13 rosas”.
¿Qué te atrajo más de la historia?
Lo más difícil para mí fue decidir desde qué punto de vista iba a contar la historia de las 13 rosas, que de entrada era muy rica. Lo que se sabía de los personajes, que no es mucho, los hacía muy atractivos, y por otra parte eran unas chicas muy normales. Sus vidas no eran especialmente aventureras; la mayoría de ellas trabajaban en los servicios sociales de la República. No teníamos material para construir una historia muy novelera, pero por otro lado no hacía ninguna falta, ya que la parte novelera del relato es desgraciadamente su tragedia final.
Pero me preocupaba no poder dar con el punto de vista adecuado desde el cual debía contar esta historia. Y le daba muchas vueltas, y me hablaban de unas víctimas… de un modo que me hacía pensar en las 13 rosas como en unas pobres idiotas que pasaban por allí y que las cogieron y las pusieron en el paredón y las fusilaron, casi como una especie de equivocación. Y claro, la historia no es para nada así. Fue algo muy premeditado; a ellas y a ellos los mataron para hacer un gran escarmiento y para que a nadie, especialmente a la juventud, se le ocurriera militar en partidos de izquierdas clandestinos. Fue algo muy bien planificado por el régimen franquista nada más ganar la
guerra.
Entonces, ¿cómo serían ellas? Yo todavía no lo sabía. El grado de compromiso político… Y entonces sucedió algo muy bonito. Fuimos a Valencia, Pedro Costa, el productor, Ignacio Martínez de Pisón, el guionista, y yo, a ver a Mari Carmen Cuesta, que es una superviviente de la época. Era amiga de estas chicas, íntima amiga de una de ellas, y vivió todos esos días en la cárcel hasta que las sacaron para fusilarlas y luego pasó un montón de años en la cárcel. Me impresionó muchísimo su vitalidad. Tiene muchos años, pero habla con un entusiasmo juvenil increíble. Y en ella, en su energía asombrosa, empecé a ver a las 13 rosas. Por la manera en que nos contaba la historia, llena de vitalidad, empecé a imaginar cómo sería a los quince años, cuando sucedió todo. Y a la salida de casa de Mari Carmen Cuesta recuerdo que les dije a Pedro y a Ignacio “Ya sé cómo es la película, ya sé por dónde vamos a empezar”. Ese fue el punto de partida para contar una historia que no era esa historia lastimera que parecía estar en el ambiente, que era contar con mucha pena lo que había pasado. Me di cuenta de que la historia trataba de unas heroínas y no sólo de unas víctimas.
A partir de aquí, ¿cómo se escribió el guión?
Del guión se encargó Ignacio Martínez de Pisón, con el cual ya colaboré para “Carreteras Secundarias”, una novela suya. El argumento lo hicimos entre los tres, Pedro, Ignacio y yo. Como está basado en la realidad, inventar, inventar, sólo inventamos un par de personajes masculinos. Pero el mayor invento consiste en los detalles de las escenas. Por otra parte, aprovecho para decir que en la película ni de lejos he querido mostrar el horror de lo que fue aquello para aquellas chicas, pues no se hubiera podido soportar en la pantalla. En ese sentido la película está muy dulcificada.
¿Y para afrontar una historia coral, de trece personajes?
Elegimos a cinco chicas para hacerlas protagonistas. No había tiempo en el metraje de la película para incluir a las trece, además de los personajes secundarios. Había que llevar a cabo una labor de síntesis a la hora de escribir las escenas. Y esto Ignacio lo hizo magníficamente.
El final de esta historia es muy trágico. ¿Puede esto provocar rechazo en el espectador? ¿Cómo se compensa la tragedia en una historia como esta?
A estas chicas les hicieron un consejo de guerra y las acusaron de auxilio a la rebelión. Es decir, porque no se habían revelado contra la República y por pertenecer a un partido político declarado proscrito y de izquierdas. Por esto las condenaron a muerte. Así estaban las cosas en aquella época. Y usándolas a ellas decidieron dar un gran escarmiento a raíz de un atentado que se hizo contra un comandante de la Guardia Civil en Talavera de la Reina. Todavía hoy no está claro si los culpables fueron de izquierdas, pero en la película he dado por hecho que fue así. La respuesta fue el fusilamiento de cincuenta y tantos jóvenes en una sola noche en la Almudena.
Ocho de las chicas eran menores cuando las fusilaron. Pensé que lo que había que poner delante de este final tan tremendo era cómo eran ellas de verdad. Cómo todo lo que pasaba en sus vidas a partir de que las tropas de Franco entran en Madrid, que es el comienzo de la película, no podía conducir de ninguna manera a un fusilamiento. Los partidos se habían disuelto y no quedaban más que estos jóvenes entusiastas que trataron de reorganizarse y que eran perseguidos por la policía. Había mucho miedo y estos jóvenes lo vencieron para tratar de sacar adelante el partido. Y esto es lo que llenaba las vidas de éstos chicos y lo que había que contar. La reorganización de las Juventudes Socialistas después de la guerra, cómo la policía los cogió a todos en un segundo, el paso terrible por la comisaría y finalmente la llegada a la cárcel hasta el fusilamiento.
La película comienza con el fin de la Guerra Civil y la entrada de las tropas de Franco en Madrid, que fue la última ciudad de la resistencia. ¿Cuál era el contexto que envolvía a estos jóvenes?
El contexto histórico hemos tratado de describirlo rápidamente. Me interesaba sobre todo contar el ambiente en el que se movían estas chicas. Era una atmósfera terrorífica; la victoria franquista se produjo con los fascismos europeos en auge. Sin protestas en el extranjero, Franco se dedicó al exterminio sistemático de la oposición política en España. No sólo había ganado la guerra con casi un millón de muertos, y aquello había sido horrible por las dos partes, ya que también por la parte Republicana hubo unas matanzas totalmente inexcusables, sino que él impuso la paz a su manera. Es decir, la paz de los cementerios. Y se dispusieron a limpiar España de lo que ellos consideraban “rojos”, que eran todos, desde un liberal moderado hasta un anarquista… Esto durante un montón de años.
Y en este ambiente de terror, heroísmo y lucha por las libertades, aparecen las 13 rosas…
Por supuesto en la película era esencial entremezclar el relato épico con la vida personal de estas chicas, para que el espectador se identifique, para que simpaticen con Julia, con Blanca, con Victoria… Había que ir a escenas más íntimas y pensé que estas chicas, por la edad que atravesaban, seguro que tenían novios, y lo primero, o lo segundo que más les importaba junto con la situación política eran esos novios. Una mezcla de historias que a veces rayan en el costumbrismo, y una narración básicamente épica, que nos dirige hacia ese final trágico que yo he quiero llamar heroico.
En una historia tan delicada como ésta, en la que hasta lo más trágico debe llegar al espectador de manera que no le produzca rechazo, ¿cómo se plantea el tono de una escena a la hora de rodar?
Hace mucho tiempo que sigo el mismo método con los actores. Cuando empecé en esta profesión tenía una idea ingenua de que el director podía con solo su palabra forzar a un actor a hacer lo que él quisiera. Poco a poco te vas dando cuenta de que un actor es una persona que piensa por sí misma y que además tiene un registro limitado. Unas veces más rico, otras menos rico. Unas veces más profundo y otras más superficial. Entonces, ya he aprendido que el sistema bueno es hablar con ellos, primero para ponernos de acuerdo en lo que vamos a contar; que todos sepamos que es lo mismo, que las escenas vayan en la misma dirección… Hablar de las cosas, de los personajes. Dejar que el actor libere su imaginación y le ponga cosas al personaje. En este caso, por ejemplo, las chicas le ponían cosas de la realidad, que habían pasado. Y siempre obtenemos riqueza. Los actores hacen un primer inicio de escena, les dejo que tiren por su camino y luego, sobre todo, les entusiasmo más y más. Un actor cuando interpreta, está desnudo ante el mundo. El director, si tiene autoridad sobre ellos, los puede destruir en un segundo y se derrumban como un castillo de naipes. Yo procuro que vayan por su camino y luego yo les voy dando empujoncitos y ellos, si son creativos, van aportando más y más cosas y van aportando su talento a la película.
¿Se enfrenta el equipo de otra manera al proyecto al estar basado en hechos históricos? Es más responsabilidad, y seguramente es enriquecedor a la hora de crear…
En este caso noté desde el primer momento que por el hecho de que la historia fuera real y tuviera tanta emoción, y al ver que eran tan jóvenes aquellas chicas, de pronto los actores jóvenes se interesaban muchísimo por la política, por lo que pasó. Y he tenido una sensación muy agradable, que es que todos los actores y actrices estaban dispuestos a trabajar en esta película como fuera y por lo que fuera. Eso ha sido una sensación muy bonita porque era la historia, no mi persona, lo que les interesaba. Vieron una riqueza para poder expresarse y unas circunstancias muy trágicas pero también muy heroicas. Ellas han sacado muchas cosas de la historia real para aportarla a los personajes. Como además se han dejado guiar por el guión y mis indicaciones, de la mezcla de todo esto hemos obtenido un conjunto de mucha potencia. Esto se aprecia en situaciones extremas de la película, como cuando escriben las cartas de despedida a las familias o el fusilamiento, donde se produjo una especie de catarsis colectiva que era muy emocionante de ver. Llegaron a contagiar al equipo; todo sucedió de una manera muy real. En las escenas de la cárcel, Goya Toledo, que interpreta a la directora, se metía en su personaje de una manera muy profunda y le costaba salir. Incluso yo he visto a alguna de las actrices más jóvenes echarse a llorar en la escena, y al terminar la escena, decir “corten” y no poder dejar de llorar durante muchísimo tiempo. Este tipo de cosas lo que daban era riqueza, pero también me producía cierta incomodidad porque se metían demasiado dentro. También me daba miedo que obtuviéramos una película demasiado melodramática. Yo tendía a la sobriedad, dentro de que la historia no es nada sobria, y el hecho de que las chicas estuvieran en un estado emocional tan tenso me creaba alguna dificultad.
¿Cómo os enfrentasteis a la muerte, al final?
En la película había un momento muy peliagudo que era lo de mostrar la muerte. Si es una película de género, no importa que haya muertos, pero en ésta que quiere ser realista, esas chicas que hemos visto vivas, me parecía imposible verlas muertas. Porque eran las actrices fingiendo que estaban muertas. ¡Y éste es el mayor fingimiento que se puede hacer en una película! Colectivamente, estábamos todos metidos en una especie de barco en el cual las olas nos mareaban… No sabíamos qué poner y qué quitar del guión. Teníamos muchas dudas. Por ejemplo acerca de qué es lo que hacen ellas al final. El guión sólo decía que llegaban y las fusilaban… Verónica Sánchez tenía que decir una frase al pelotón de ejecución, y teníamos mucho miedo, sobre si la decía o no la decía. Podía resultar fuera de tono, demasiado dramática. También ella empieza a cantar en el camión el himno de las Juventudes Socialistas…, que en principio me parecía imposible de hacer, a pesar de que ellas lo hicieron en la realidad. Temía que resultase un tipo de heroísmo de cartón piedra.
Pero la solución me la dio la propia Verónica cuando empezó a cantar y pensé que tal y como lo había hecho ella quedaría emotivo y realista. Y esto ha pasado mucho. En las situaciones más límite, yo esperaba astutamente a ver por dónde se desenvolvían las actrices para intervenir y limar las aristas… Aquello que estaba fuera de tono, quitarlo, añadir más de aquello que me había gustado…Pero todo el tiempo las actrices principales aportaron muchas ideas y es una de mis películas donde los actores han tenido más importancia a la hora de definir el resultado final.
Hablando un poco más de los actores… Al ser una película tan coral, la dirección de todas ellas…¿cómo se afronta?
¡Claro! Teníamos muchas veces, muchas actrices en el mismo plano. Aunque no siempre había diálogo, eran momentos colectivos muy dramáticos, o muy emocionantes, ¡o muy algo!… y tenían que hacer cosas. Yo las dirigía, por un lado, colectivamente y, por otro lado, una por una, dando instrucciones casi en secreto. Entonces algunas nos sorprendían con ideas que se salían de la reacción colectiva y eso proporcionaba elementos muy enriquecedores.
En cuanto a los personajes secundarios…
Hasta cierto punto todos los personajes de la película son inventados. Las actrices y yo mismo hemos puesto nuestro talento al servicio de estos personajes para que funcione una historia de ficción. Pero dentro de esto, las cosas más importantes que les sucedieron a los personajes han sido respetadas desde un punto de vista histórico. Luego hay otros personajes que hemos inventado por completo. Por ejemplo el novio de Julia, Perico; a pesar de que ella tuvo un novio con una historia similar, nosotros hemos exagerado el personaje, haciéndolo más peliculero. El personaje que interpreta Fran Perea representa a tres o cuatro de lo que pasó en la vida real.
El personaje del comisario de policía, que interpreta Adriano Giannini extraordinariamente bien, era mayor que él en la historia real y también he querido darle un aspecto físico más agradable que el que tenía el verdadero Fontenla. Este es el único malo en estado puro en la película; el resto de los malos no son como él. La directora de la cárcel no es malísima y los demás policías… son unos profesionales malvados pero un poco estúpidos. Pero el comisario de policía sí es un malo en estado puro. Y me pareció mejor que tuviera un aspecto atractivo y no el de una especie de Nosferatu porque lo hace más interesante y retorcido.
Las escenas con Fontenla son desagradables. Cómo se plantea el tono para que no sea demasiado.
Para plantear las escenas más desagradables de la película, me pongo en el lugar del espectador y me pregunto si me gustaría a mí ver eso en la pantalla. Y pienso…¡Si a mí me gustan las comedias! Pero aquí era inevitable que el policía jefe fuera una bestia. El paso por la comisaría de alguna de estas chicas fue una cosa agónica y había que ponerlo en la película. Hay testimonios terribles, como de una que se llamaba Martina. Otras tuvieron más suerte, pero el caso del personaje de Enrico Lo Verso, un militante comunista, sucedió así y aunque para el espectador es horrible, yo sé, y los supervivientes lo sabrán si ven la película, que es muchísimo menos de lo que pasó. Una broma comparado con lo que pasó de verdad.
Hablamos un poco del método de rodaje…
Cuando llego al escenario de rodaje, tengo ya una idea del tratamiento que quiero darle a la secuencia. Dejo que los actores hagan un ensayo, para que hagan sus movimientos antes de poner la cámara. Luego les explico por qué es mejor que se levanten de repente o que se muevan; les digo que tienen que soltar la tensión por algún lado, ocultándoles la verdadera razón, que es la necesidad que hay de crear movimiento con la cámara, pues en el cine el movimiento tiene muchísima fuerza, y los actores son reacios a entenderlo.
Aunque la realidad es que la cámara está para fotografiar lo que ellos hacen, se sienten más cómodos si enmascaramos la planificación técnica con un teatrillo que les hace a ellos sentirse más libres.
A partir de aquí, he tenido un colaborador imprescindible, que no hace falta presentar, que es José Luís Alcaine. Y un segundo colaborador, de figuración y de casi todo, que es el primer ayudante de dirección, Sara Mazkiarán. Ellos saben, como los actores, que estoy abierto a que se me digan cosas y sugerencias, porque lo que suelen decir nunca son tonterías, sino ideas muy interesantes. Y desde el primer día entienden que escucho rápidamente y que rápidamente digo sí o no.
Volviendo un poco al género de la historia y al tratamiento del drama…¿Cómo se contrasta el drama para crear un cierto equilibrio en el tono de la película?
Al ser la película tan dramática, yo sabía que había que dar al espectador una especie de curva de sentimientos donde no todo fuera terrible. Esto me lo dieron los personajes por sí mismos. Descubrí que en la cárcel ellas se mostraban muy animadas. Hicieron canciones sobre la cárcel y me contó Mari Carmen Cuesta que ella bailaba claqué. Se escapaba de la zona de menores y bailaba delante de las presas.
Esto demostraba que eran muy jóvenes y animadas, y que no pudieron ni imaginar que las fueran a matar, porque no habían hecho absolutamente nada ¡Era impensable! Durante la parte de la historia que transcurre en la cárcel, algunas sufren una evolución determinante. Por ejemplo Julia, que al comienzo de la película es reacia a militar para el partido y no le ve sentido a seguir luchando, sin embargo hacia el final es la más combativa, después de todo lo que le pasa. La Julia Conesa de la realidad era por lo visto de carácter muy alegre.
También existen las cartas que le escribió Julia a su madre…
Sí, su última carta nos dice mucho de su carácter. Demuestra ser la más concienciada políticamente de lo que les estaba pasando. Es un arco de personaje muy importante en la película.
¿Cómo evoluciona el personaje de Blanca?
También es muy importante. Cuando termina la guerra, Blanca tiene un amigo comunista, un músico amigo de su marido. Y eso que antes de acabar la guerra, ella era de derechas…Su padre era un hombre muy rico y Blanca en principio no tenía nada que temer, y sin embargo, fíjate lo que le pasó. Blanca se va uniendo a las chicas de las Juventudes Socialistas y al final se ve que se ha integrado completamente.
Virtudes es el personaje más político al comienzo de la película…
…Sí, y en cambio es la que más se derrumba al final. Es muy bonito el mensaje que le deja a su amiga Carmen, que va a quedar viva, y que sucedió de verdad. Parece mentira que una chica que va a morir, de dieciocho años, sea capaz de reflexionar de esa manera en un momento como ese. Ella presiente que aquello va a acabar mal, pues seguramente es la más consciente al ser la más politizada. Y en cambio se derrumba, impredeciblemente. Pero así es el género humano, nunca se sabe cómo va a reaccionar. Y es en estas pequeñas contradicciones en las que me he basado yo en la película para contar los personajes.
¿Y Carmen?
Carmen es la más joven, la más valiente, la más lanzada. Cuando la van a detener levanta el puño en alto y grita ¡Viva la República! Y al quedar viva, da un último toque de esperanza en la película.
Adelina parece más inocente, más niña. También muy risueña.
De Adelina todos dicen que era una chica muy alegre, con una risa contagiosa. Por eso cuando conocí a Gabriela Pession, una actriz italiana, me encantó para el papel. Es una actriz con una enorme facilidad para exteriorizar sus sentimientos. Yo le decía “llora” y se ponía a llorar. Y luego “ríete”, y se reía con inmensa naturalidad. En la cárcel de Ventas, Adelina era la cartera y repartía las cartas. Grabriela aprendió castellano rápidamente y aunque yo no la conocía, ha resultado ser extraordinaria. También he quedado encantado con Giannini y con Enrico Lo Verso, que han sido dos colaboraciones excepcionales.
¿Podrías comparar este rodaje con los rodajes de tus películas anteriores…?
Mis dos últimas películas fueron comedias. Pienso que aunque esta película sea muy realista, el cine se hace siempre igual. Sin embargo sí encuentro una diferencia destacable. Cuando te planteas una película como “Las 13 rosas”, imaginas de antemano un resultado para las escenas. Luego ruedas y con la colaboración de los actores, de la cámara, de la luz, de las circunstancias, se alcanza un ochenta por ciento de lo habías imaginado. O a lo mejor un cincuenta o un veinte o, en el peor de los casos, un cero por ciento. O, como decía antes, a veces se crean atmósferas casi mágicas que llevan la escena a un doscientos por ciento de lo que habías imaginado. Sin embargo, en la comedia, cuando ruedas un gag, por ejemplo, pueden pasar dos cosas. Una, que el gag tenga gracia. O que no tenga ninguna gracia. Eso no lo sabremos hasta que película esté montada y sobre todo veamos la película con una cantidad importante de público. En el rodaje es imposible saberlo. Ese riesgo de la comedia de que todo está en el aire y no sabes qué va a pasar, esa sensación terrible, creo que no es equiparable al rodaje de una película dramática, donde todo está más matizado. Sin duda, tiene sus propios problemas, necesitas actores muy buenos, necesita que la progresión dramática esté muy cuidada…Pero yo creo que sufro menos en cuanto a cuál será el resultado final con un drama que con una comedia.
Supongo que ha sido éste un rodaje muy intenso en muchos sentidos.
Para mí ha sido una sorpresa terminar esta película. Normalmente, cuando acaba un rodaje, te quedas como en una especie de bache, un vacío estúpido. Aquí de alguna manera, la película seguía viviendo. Creo que al ser una historia real tan fuerte, y al haberlo hecho tan bien las actrices, que se han entregado con tanto entusiasmo, me dejó una impresión rarísima el final del rodaje. Me quedé un poco colgado, como viviendo aquello durante un par de semanas…y no era capaz de salir de esa situación de la película y de las semanas donde rodamos escenas de la cárcel. Me costó mucho sacar la película de mi cabeza. Nunca antes me había pasado.