Ayer a los 75 años falleció de cáncer de pulmón en su casa de Valencia Juan Piquer Simón, una gran pérdida para el cine español, de modo que comenzamos el año con dolor. ¡Descanse en Paz!. Salvador Sainz que fue amigo personal de Juan Pique Simón nos ha hecho llegar unas primeras impresiones sobre su obra, algo que en El Blog del Cine Español agradecemos profundamente.
Os dejo con el excelente artículo de Salvador Sainz
Nació el 16 de febrero de 1936 en la capital del Turia, Valencia, y tras estudiar Bellas Artes y Decoración, se decidió por matricularse en el Instituto de Investigaciones Cinematográficas de Madrid, tras lo cual se dedicó a la publicidad.
Piquer es un rara avis dentro de las extrañas coordenadas del cine español. En la piel de toro se le ha dado la espalda a su propia cinematografía, más del 60 por ciento de los espectadores jamás van a ver películas españolas y con razón porque en realidad ha sido nuestra industria la que se ha ganado a pulso esta desidia.
Aquí los realizadores creen que rodar cine de género es indigno de su talento y suelen rodar películas con un mismo patrón, el cine de autor pretencioso y por lo general aburrido. Un cine que sólo gusta en los reproductores de video de sus autores pero que pagamos entre todos por las subvenciones del Estado o comunidades autónomas.
En el caso que nos ocupa es todo lo contrario, un realizador al que le interesa el cine de género rodado en los estudios madrileños de Almena Films y que incluso han pasado por producciones norteamericanas en los mismísimos Estados Unidos.
Ya en sus principios quiso rodar una versión cinematográfica de las leyendas de Gustavo Adolfo Bécquer pero el sindicato vertical, de la época franquista, presidida por Juan Antonio Bardem (curiosamente perteneciente al clandestino Partido Comunista) no le quiso entregar el carné de director de cine, requisito imprescindible para dirigir una película en este país.
Rodó en 1964 dos documentales, uno “España violenta” pero la censura se la prohibió. Nos contaba los horrores en la España republicana en la pasada Guerra Civil, horrores silenciados en la actualidad porque siempre nos muestran los pecados de los demás pero nunca los propios. El otro documental se llama “Vida y paz”.
LA TRILOGIA VERNIANA
Las cosas cambiaron años después. En 1977 rodó y estrenó “Viaje al Centro de la Tierra”, con Kenneth Moore, basado en la célebre novela de Julio Verne, un título diferente en nuestra industria por tratarse de una producción de distribución internacional con efectos especiales, algo inédito aquí,
El profesor Lidenbrock (Kenneth More) encuentra en una librería de Hamburgo un curioso libro escrito por un alquimista años antes que describe un fabuloso mundo en el centro de la Tierra. Con su sobrina (Ivonne Sentis) y su prometido (Pep Munné) decide iniciar el viaje con un guía llamado Hans (Frank Braña) encontrándose con monstruos y restos de la antigua Atlántida poblada por científicos clónicos (todos ellos Jack Taylor).
Entre las virtudes de Piquer, aparte de su capacidad narrativa está la de utilizar el marketing para lanzar la película, técnica que hasta entonces era desconocida en el cine español: “Existe la mentalidad, aquí en España, de que sólo podemos rodar películas con tipos con boina o cine comprometido. Nos está vedado rodar películas de aventuras, de terror u otro género, terreno reservado exclusivamente a los cineastas anglosajones” –declaró Piquer en una entrevista que me publicó L’Ecran Fantastique.
Por fin teníamos una película de aventuras que se podría comparar dignamente con las series B norteamericanas sin hacer el ridículo. También lavó la cara al fantástico español que, salvo excepciones, se distinguía por su cutrez. Destacaban las secuencias del lago interno, de una especial luminosidad, la aparición de un gigantesco simio y las setas gigantes. Cuando los efectos eran demasiado costosos de hacer Piquer sabía camuflarlos mediante elipsis, o bien obviarlos de forma astuta.
Naturalmente la crítica “cargó” contra la película, aquí en España “no podemos rodar cine americano” sino cine de autor a la francesa mortalmente aburrido o ladrillos sobre la Guerra Civil, pero al público sí le gustó, sobretodo al aficionado al fantástico que le acogió como un gran acontecimiento.
Un año después, la productora sacó a la luz un film mucho más modesto, “Escalofríos” firmada por Carlos Puerto, aunque varias secuencias fueron rodadas por Piquer, productor ejecutivo, responsable del montaje final. De las aventuras vernianas pasamos al satanismo y al erotismo, un cine más íntimo pero que era resultón. La secuencia central era un menaje a cuatro en un decorado satanista que dio la vuelta al mundo. La pareja Angel Aranda y Sandra Alberdi se liaba con José María Guillén y Marian Karr.
Sin embargo añorábamos al primer Piquer que conocimos y así en 1979, por fin nos llegó “Supersonic Man” dedicada al tema de los superhéroes. En aquella época apareció el Superman de Richard Donner rodada con toda clase de lujos y competir con ésta era tarea imposible, Richard Yesteran, actor de carrera efímera, se puso los leotardos de rigor y se dedicó a volar por los aires arreando palizas a los bellacos de turno. Además teníamos sabios locos, a Cameron Mitchell y a José María Caffarell.
Kronos o Supersonic Man llega con su nave a la Tierra para luchar contra un científico malvado (Cameron Mitchell) que desea conquistar el mundo, el superhéroe recibe poderes especiales para acabar con tal pérfido personaje.
Por vez primera se utilizaba en España el “frontal projection”, eliminado los bordes azules que aparecían al sobreponer imágenes para dar la impresión que vuelan (recordemos “Chitty Chitty Bang Bang” donde era evidente este defecto) consiguiendo hacer desaparecer al 100% la reflexión mencionada.
El rodaje fue duro y Piquer decidió no insistir en el tema, estuvo a punto de dejarlo correr pero finalmente salió airoso del trance. La experiencia resultó divertida pero no llegaba a la altura de la incursión en el mundo verniano. Se echaban de menos ese mundo de fantasía, con aquellos decorados extraños de un mundo perdido. El talento de sus colaboradores habituales como Emilio G. Ruiz y Francisco Prosper es más adecuado a un cine imaginario más clásico, como son las aventuras del siglo XIX, que a un aséptico mundo moderno.
Por eso manos a la obra se inició el rodaje de “Misterio en la isla de los monstruos” (1980), inspirada en “Escuela de Robinsones”, donde nos encontramos al genial actor británico Peter Cushing y Terence Stamp con sus aires de divo. Ian Sera y David Hatton corrían con el mayor peso interpretativo. La gracia de la película radica en que los monstruos se notan que realmente son de pega. Al final de la película se descubre que son una tomadura de pelo, un jovenzuelo que desea vivir un año de aventuras antes de casarse acaba en una isla misteriosa en donde se encuentra bandidos (actores pagados por su tío) y monstruos que son criaturas mecánicas encargadas para su engaño y escarmiento.
Todo es un montaje hasta que aparecen los bandidos de verdad. La película volvió a divertir a su público y a molestar a los de siempre, a los críticos que desean que rodemos películas comprometidas y aburridas.
Hubo un proyecto de reunir a los protagonistas de las dos películas vernianas en una nueva aventura pero no prosperó. Con parte del material utilizado en “Misterio de la isla de los monstruos” Piquer rodó “Los diablos del mar” basado en “Un capitán de quince años”. De nuevo Ian Sera en un papel similar al anterior.
Seis muchachos de diferentes países viajan en un barco atacado por los piratas, abandonados después y recogidos por un ballenero posteriormente atacado por una ballena que asesina a toda la tripulación.
El ahijado del capitán se pone al frente del barco y los muchachos de marineros viéndose mezclados en una aventura en una isla paradisíaca hasta que empiezan los quebraderos de cabeza.
Aunque esta nuevo incursión al mundo verniano era más divertida que la anterior tuvo menor éxito, pero cerró una trilogía dorada para el fantástico español que no tuvo por desgracia continuación. Corrían malos vientos para el cine español por motivos extracinematográficos como veremos más adelante.
MIL GRITOS TIENE LA NOCHE
El otro Piquer, el del cine más gore, estaba a punto de conseguir un importante éxito taquillero. Antes como productor colaboró en “Más allá del terror” (1980) de Tomás Aznar en una línea similar a “Escalofríos”. Unos chorizos organizan una matanza en un restaurante de carretera y posteriormente se ven envueltos en una aventura con satanistas en donde los verdugos acabarán convertidos en víctimas.
“Mil gritos tiene la noche” (1982) pertenece al cine llamado cine gore. Este subgénero del terror bebe sus fuentes en “Bahía de sangre” de Mario Bava cuyo esquema fue copiado en todos los “Viernes 13” que siguieron. Una serie de personajes que se encuentran en un lugar cerrado y que son sistemáticamente asesinados, aquí para realizar un puzzle humano.
Piquer utiliza aquí el llamado Grand Guignol, Christopher George y Lynda Day George la protagonizaron con varios actores españoles en papeles secundarios. La acción arranca cuando un niña mata a hachazos a su madre, cuarenta años después una serie de espeluznantes crímenes tiene lugar en una universidad estadounidense, una chica es hallada decapitada y se inicia una serie de asesinatos a cada cual más espeluznante. Su carrera comercial fue discreta en España pero exitosa en el extranjero. Se estrenó en 97 cines de Nueva York y recaudó 720.000 dólares de la época, ocupando el quinto lugar en recaudaciones.
Lo que menos se explica es porqué Piquer no aprovechó la ocasión para iniciar la aventura americana y olvidarse del cine español sobretodo en un momento en que hubo cambios en el Gobierno de la Nación. En triunfo del PSOE en las elecciones de 19822 provocó que Pilar Miró accediera a presidir el Instituto de Cinematografía cuyas consecuencias fue la total desmantelamiento de la industria de cine nacional, desapareciendo distribuidoras pequeñas y favoreciendo el amiguismo más descarado, un gestión que sólo benefició a las multinacionales porque el público español desde entonces dio la espalda a su cine ya que éste se las había dado con anterioridad a él.
Sólo se hacían películas con subvenciones estatales y el cine de género fue marginado completamente. Rodar lo que nos gusta se convirtió en una gesta homérica.
“Mil gritos tiene la noche”, como decíamos, arrasó con altas dosis de terror, imágenes duras e impactantes. Lo gracioso es que en muchos lugares la película pasaba por norteamericana aunque fuera rodada en unos estudios madrileños.
Las siguientes entregas, “Guerra sucia” (1984) Y “Los nuevos extraterrestres” (1984), con un niño que se encuentra a un alienígena con aspecto de oso hormiguero, (Piquer declaró que con esta película aprendió lo que no hay que hacer jamás) pasaron desapercibidas y sin embargo Piquer no había arrojado la toalla en un ambiente tan hostil.
SLUGS, MUERTE VISCOSA
En 1988, Piquer y su equipo se traslada a los mismísimos Estados Unidos para rodar “Slugs, muerte viscosa” con unas babosas asesinas. Los efectos especiales ganaron un Goya que recogieron Basilio Cortijo, Carlo Di Marchis y Gonzalo Gonzalo. Esta vez los escenarios fueron una comunidad rural norteamericana en donde unas misteriosas babosas asesinas a quienes se encuentran con momentos espeluznantes.
Un paso más en el cine gore español basado en una novela de Shawn Hudson, un Best-Seller internacional, y producida por Francesca De Laurentiis (hija de Dino de Laurentiis y Silvana Mangano, quien aparecía brevemente en la secuencia del restaurante).
Esta vez se crea un verdadero clima de horror, aunque la acción es diferente en “Mil gritos tiene la noche” porque se trata de una agresión animal inexplicable y con unos animales que provocan repugnancia. Destaca la escena de la pareja cuya acto sexual es interrumpido por el ataque de las pequeñas babosas.
Película impactante, algo dura, pero siempre insólita en nuestro pobre contexto.
Un año después se inicia el rodaje de “La grieta”, la misma productora y el equipo de efectos especiales que contó esta vez con Colin Arthur, repitiendo Goya y éxito.
Unos marineros de la OTAN deben averiguar lo sucedido a un batiscafo perdido en la grieta de Dannekin, en el fondo del mar, cerca de Noruega. Al llegar a la misma descubren una cueva subterránea repleta de monstruos provocados por experimentos genéticos.
Rodada en los Estudios Verona de Tres Cantos, contaba con Jack Scalia, actor célebre de telefilms norteamericanos, R. Lee Ermy, Ray Wise y varios actores españoles como Frank Braña, Emilio Linder y el incomparable Pocholo de las tertulias televisivas.
En aquella época coincidieron en cartel varias películas de ambiente submarino, tal vez para contrarrestar la oleada de cine galáctico tan en boga. El mar es siempre misterioso y extraño, repleto de insospechados peligros.
En estas películas no encontramos sofisticados efectos especiales de las norteamericanas, las grandes productoras disponen de un capital que puede afrontar los mayores retos inimaginables. En comparación nuestros productos resultan modestos, pero siempre resulta agradable que los efectos “se noten”.
Comparando, por ejemplo, el cine de Ray Harryhausen cuyas criaturas son evidentes con producciones modernas más perfectas resulta irrebatible, tal como el caso que nos ocupa, que si bien se ha ganado en técnica se ha perdido en contenido. Al notarse el trucaje, propio de una empresa artesanal, en cierto modo se nos invita a que no nos creamos lo que vemos porque lo que se nos cuenta no es real, sólo ficción.
Los trucajes más artesanales eran más graciosos, más divertidos, más humanos en su imperfección y como resultado final un cine con mayor contenido argumental.
También con Dister, productora de estos dos últimos títulos, Piquer abordó el atormentado mundo de Howard Phillips Lovecraft con “La mansión de Cthulhu” (1991). Empresa que es insólita no sólo en el cine español sino internacional porque se trata de un autor complejo y difícil. Frank Finlay la protagonizó y de nuevo la película tuvo mejor aceptación fuera que en nuestro país de toro por culpa de una lamentable distribución, verdadero cáncer del cine español.
Sin recurrir a los efectos especiales tan sofisticados del último cine hollywoodense sino a una concepción verdaderamente artesanal que le daba un aire clásico, Piquer lucha y sale airoso de la prueba. Una pandilla de mafiosos se esconde en el hogar de un mago llamado Chandú, que vive con su hija, ignorando los terribles secretos que esconden sus paredes.
ÚLTIMOS AÑOS
Las últimas películas de este valenciano incansable ahondan en el peor defecto de nuestra industria, la pésima distribución. Acceder a su visionado en este país es tarea ardua y compleja.
Tres años después nos encontramos que sólo colaboró en el guión de un film llamado “Nexos 2 43” (1994) del desaparecido José María Forqué, realizador poco habituado a estos géneros, y finalmente “La isla del diablo” (1994).
Producido esta vez por una compañía que fundó Primitivo Rodríguez, basado en una novela de Vincent Mulberry, pertenece al género de aventuras muy en la línea de sus incursiones vernianas, y finalmente tenemos “El escarabajo de oro” (1997) basado en Edgar Allan Poe donde colaboró en el guión, pero la película está firmada por Vicente J. Martin.
“Manoa, la ciudad de oro” (1999) es su último título, inspirado en Emilio Salgari, que como en casos anteriores ha tenido una distribución lamentable.
Quedan colaboraciones en “Bracula Condemor II” (1997) de Alvaro Sáenz de Heredia, con Chiquito de la Calzada que entonces estaba de moda, o “Arroz y Tartana” (2003) de José Antonio Escrivá, recreación de la Valencia de Vicente Blasco Ibáñez.
Es lamentable que en sus últimos años Piquer haya pasado a un segundo término, marginado por la industria que cada vez se ha vuelto más complicada, pero ya se sabe que vivimos en un país que en principios de siglo XX obligó a emigrar a Segundo de Chomón y en donde la fantasía brilla por su ausencia.
Piquer es un cineasta que ha apostado por relatos fantásticos, una flor de fantasía en un desierto de aburrimiento que es en realidad nuestra cinematografía demasiado obsesionada con sus pretensiones desorbitadas y con una industria más raquítica que Rocinante.
Salvador Sainz
Recuerdo una anécdota de “Supersonic Man”. Era el día del estreno, Piquer estaba en la calle viendo entrar a la gente. Pasaron dos jóvenes que querían entrar pero uno de ellos se fijó en el cartel:”¡mira, sale José María Cafarell!”, “pues es española” y no quisieron entrar a la sala.
Desde entonces no quiso contratar más a ese actor. Cafarell nunca supo porqué.
Excelente artículo homenaje.
Salvador, mil gracias por tu aportación a este blog.
Mis condolencias, Salvador.
Gracias por el discurso fúnebre.
Es curioso: unos días antes de su fallecimiento, un amigo me regaló un libro de Hodgson y recordé que uno de los proyectos de Piquer era rodar la casa del confín de la Tierra.
Recuerdo lo mucho que me impresionaron de pequeño los carteles de “Mil gritos tiene la noche” o “Slugs”, o como un amigo no dejó de insistirme hasta que fuir a ver “Supersonicman”.
Soy de los que creen que sin gente como Juan Piquer Simón, hoy no existirían películas como “Rec” “El día de la Bestia” o “Tesis”.
También recomendaría a todos los que puedan que vean el documental “El último Truco” dedicado al maestro de los efectos especiales. Emilio Ruiz, donde entre otras muchas cosas habla de su colaboración con Piquer.
En comparación nuestros productos resultan modestos, pero siempre resulta agradable que los efectos “se noten”.
“Comparando, por ejemplo, el cine de Ray Harryhausen cuyas criaturas son evidentes con producciones modernas más perfectas resulta irrebatible, tal como el caso que nos ocupa, que si bien se ha ganado en técnica se ha perdido en contenido. Al notarse el trucaje, propio de una empresa artesanal, en cierto modo se nos invita a que no nos creamos lo que vemos porque lo que se nos cuenta no es real, sólo ficción.
Los trucajes más artesanales eran más graciosos, más divertidos, más humanos en su imperfección y como resultado final un cine con mayor contenido argumental.”
Salvador, si me perdonas hay algo que te discutiría en tu reflexión. Volviendo al documental sobre Emilio Ruiz, creo que a veces esos efectos artesanales eran tan convincentes si no mejores que los de última generación, sobre todo en el uso de maquetas.
Solo baste comparar la recreación del atentado de Carrero Blanco en Operación Ogro con la mostrada en “Balada Triste de Trompeta”.
Otros ejemplos, los efectos en “Conan” o en “Dune”; hasta no ver el documental jamás hubiera supuesto que los ejército en marcha que aparecían en la película eran muñecos movidos con cables. Como muy bien decía el propio Ruiz: “entre la verdad y la verdad, colocas la mentira”.
Preparamos libro sobre Piquer a presentar en FantCast. colaboran Frank Braña, Antonio Garcinuño, Domingo Lizcano y Sergio
Blasco entre otros.